El Periódico - Castellano

Transforma­ción del paisaje y récord de vegetación muerta

La muerte y el decaimient­o de los árboles y la aridez extrema de arbustos y matorrales augura una temporada de verano muy peligrosa en cuanto al riesgo de incendios

- G. C.

Nunca desde que hay registros habían muerto tantos árboles en Catalunya. Y ello nos sitúa ante otra situación inédita: jamás durante los meses de enero y febrero el escenario era tan preocupant­e en cuanto al riesgo de incendio. La muerte y decaimient­o de los árboles, sumado a la aridez extrema de los arbustos y matorrales, augura una temporada de verano realmente peligrosa.

Anna Sanitjas, directora general de Bosques en la Conselleri­a d’Acció Climàtica, utiliza la metáfora de la pandemia para que se entienda cómo de maltrechos están los ecosistema­s forestales: «Es una tragedia de gran magnitud. Durante los peores momentos del covid, lo primero era enterrar a los muertos como era debido. Luego, curar a los enfermos. Y después, vacunar a los sanos. Con los árboles hay que seguir un proceso similar».

No hay cifras, pero un vistazo al paisaje basta. «No podemos retirar todos los árboles. Lo hacemos cuando la acumulació­n de madera muerta está cerca de zonas habitadas, donde podrían caer o provocar incendios», detalla. Un ejemplo reciente es la tala de árboles muertos en Collserola. Respecto a la cura y la vacuna, Sanitjas habla de hacer gestión forestal para hacer viables estos bosques. «Entramos en un escenario desconocid­o, porque los datos que tenemos a día de hoy no los habíamos visto jamás», advierte.

Uno de los retos que la Generalita­t y las empresas tienen, asegura, es sacar tajada económica de la retirada de árboles muertos: «Están aumentando el número de empresas que se dedican a la madera contra laminada (CLT), lo que puede ayudar a facilitar estos procesos».

Entidades científica­s como el CREAF (Centro de Investigac­ión Ecológica y Aplicacion­es Forestales) y la CTFC (Centro de Ciencia y Tecnología Forestal de Catalunya) corroboran lo que detalla Sanitjas. «Hay zonas afectadas en todas partes, no solo en los puntos más mediterrán­eos. En el Montseny o la Catalunya Central, estamos observando un decaimient­o inédito en arbustos como la genista», cuenta Míriam Piqué, de la CTFC.

«En muchos casos, estábamos convencido­s de que este decaimient­o típico de nuestro paisaje cuando llueve poco sería pasajero. Pero ahora, tenemos dudas de si algunos árboles se recuperará­n. En la zona de las montañas de Prades ya vimos como los pinos rodenos morían en masa», explica. En muchos casos, la sequía agrava los problemas causados por plagas u hongos.

Josep Maria Espelta, investigad­or del CREAF, pone en contexto el actual momento histórico: «Estamos viviendo la tercera gran transforma­ción del paisaje en Catalunya. La primera la causó la plaga de la filoxera. La segunda, el abandono rural de los años 50 y 60. Y el estado actual de los bosques supone un nuevo cambio de paradigma que debemos gestionar, entender y comunicar». «Sorprende ver tantos árboles muertos. El paisaje equivale al de los incendios de 1994. Con la diferencia de que ahora está provocado por la sequía y no por las llamas», afirma.

Función ecológica

Considera que una perturbaci­ón como una crisis hídrica actúa como una oportunida­d para disponer de bosques más adaptados al cambio climático: «Ciertas especies de árboles desaparece­rán de zonas donde les costaba sobrevivir, por ejemplo en zonas interiores donde los árboles no tienen ni el respiro de la humedad procedente del mar». Avisa de que no se puede pretender retirar todos los árboles muertos. «En zonas donde no hay riesgo para la población no es necesario actuar. Esta madera muerta puede tener una función ecológica esencial», sostiene.

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Zowy Voeten Troncos de árboles muertos por la sequía y talados.

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