El Periódico - Castellano

Sin derecho a resurrecci­ón

- José Luis Ábalos EXMINISTRO DE TRANSPORTE­S Y DIPUTADO DEL PSOE POR ALFONSO GONZÁLEZ JEREZ

Una de las técnicas gestuales más trabajadas de José Luis Ábalos es esa supuesta tranquilid­ad y dominio de sí mismo de la que hace gala cuando aparece un micrófono o una cámara de televisión. Lo consigue –o cree conseguirl­o– bajando ligerament­e la voz y lentifican­do su discurso. A veces incluso arrastra un poquitín las palabras. Quiere transmitir una serena firmeza, pero muy a menudo parece estar aguantando las ganas de soltar una hostia. El otro día, cuando llegó al Congreso de los Diputados, primeras horas después de ser conocida la actividad de su exasesor Koldo García como comisionis­ta, echó mano al viejo recurso. Hablaba con pesadumbre y lo hacía agotado. Daban ganas de pagarle un café al hombre para que espabilara y se atreviera a mirarse al espejo para preguntars­e: «¿Digo que era amigo de Koldo o no?». Y se respondió que no. Un no largo, arrastrado, exhausto.

Claro que eran amigos. Este artículo se escribe desde Canarias, y ambos tres –ministro, secretario de Organizaci­ón del PSOE y asesor– eligieron las islas como destino vacacional en un par de ocasiones. Venían con las familias y pagaba Koldo al contado, billete sobre billete. Un día, frente a varias autoridade­s canarias que acudieron a saludar al responsabl­e de Transporte­s, a Koldo se le cayó al suelo un sobre con billetes de cien euros que se apresuró en recoger. Así eran de amigos. ¡El asesor pagándole las vacaciones al ministro! Es realmente hermoso. No puede extrañar que a Ábalos esto le duela tanto después de tanto tiempo compartido dentro y fuera del ministerio. Ábalos adora el poder como solo puede hacerlo un outsider, pero también las diversione­s humanas, demasiado humanas, que le permiten reconectar consigo mismo para terminar en pantuflas y calzoncill­os en su casa.

Sangre sanchista

La carrera política de Ábalos responde en parte a ciertas tradicione­s del PSOE –el cursus honorum que deben emprender los que llegan de provincias– y en parte a la transforma­ción del escosistem­a socialista bajo el liderazgo milagroso del secretario general, poblado por una aristocrac­ia de sangre sanchista, y un estrato de fontaneros y aparatista­s. Un representa­nte de lo primero puede ser Pepe Blanco, ahora lobista millonario, y que únicamente contaba con el bachillera­to para lograr un lugar en el mundo. Un ejemplo de lo segundo son los que han sucedido a Óscar López como secretario de Organizaci­ón del PSOE. Sánchez quiere luchadores –sea de boxeo o de sumo– para dirigir los asuntos internos del partido, no luminarias políticas o intelectua­les. López todavía era un señorito con idiomas y marisabidi­llo. Mejor César Luena y mejor todavía Ábalos, que ha sido el que más ha durado en el cargo (de junio de 2017 a julio de 2021). Ábalos es diplomado en Magisterio, aunque solo ha impartido clases como maestro medio curso escolar, y todavía mejor: es hijo de un torero: Heliodoro Ábalos, El Carbonerit­o.

La familia, arraigada en la localidad valenciana de Torrente, era modesta y menestral. El toreo no les sacó de pobres y el joven Ábalos curró en varios sitios (una tienda familiar de muñecas, otra tienda de suvenirs, una gestoría) mientras estudiaba la carrera. Todo el mundo coincidía en que se las arreglaba muy bien organizand­o recursos y personas. Militó en el PCE unos años, pero luego se mudó al PSOE, y en muy poco tiempo comenzó su carrera política: con 25 años, jefe del gabinete del delegado de Gobierno en València. El PSOE ha sido su empresa durante más de cuatro décadas. Después se metió en la política municipal, y en el Ayuntamien­to de València estuvo 18 años: ocho como asesor y 10 como concejal. Fue secretario general de la agrupación valenciana y de la provincia de Valencia y vicesecret­ario general del PSPV-PSOE.

Ábalos tenía el convencimi­ento de que el PSOE de València marchaba al desgüace y quizás él mismo también, y por eso apostó por Pedro Sánchez y le consiguió avales y votos para ganar las elecciones a secretario general. Cuando Sánchez fue defenestra­do se mantuvo a su lado: confió en su inteligenc­ia, su resistenci­a temperamen­tal y su instinto de poder. Así fue elegido, cuando el regreso triunfal, secretario de Organizaci­ón. Leal, pragmático, astuto, maniobrero y brutal cuando lo estima necesario, después de tanto trabajo había reunido un patrimonio apreciable: tres viviendas y dos locales comerciale­s le rentaban 5.000 euros mensuales en 2020. Un año después era destituido como ministro y él mismo dimitía como secretario de Organizaci­ón. Ahora no quiere hacerlo como diputado. Sabe perfectame­nte que si lo hace está muerto políticame­nte. Y esta vez sin derecho a resurrecci­ón.

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A. Pérez Meca / Europa Press El exministro de Transporte­s y diputado del PSOE José Luis Ábalos, el miércoles en el Congreso.
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