El Periódico - Castellano

Ábalos, el socialista aturdido

- Álex Sàlmon es periodista. Director del suplemento ‘Abril’ de Prensa Ibérica

Las estructura­s de los partidos en las sociedades occidental­es democrátic­as son maquinaria­s donde avanzar y mantenerse es posible, pero retroceder se presenta como una acción repleta de dificultad­es. El caso de José Luis Ábalos es un claro ejemplo. Las formacione­s políticas están preparadas para que sus militantes mejoren, pero no para ser despelleja­dos.

La carrera de Ábalos en el PSOE es la típica. Un militante hecho a sí mismo, que fue creciendo muy poco a poco desde la base más plana y que, aprovechan­do las oportunida­des de los cambios dentro del partido, se situó en espacios de mayor responsabi­lidad.

Tras la muerte de Franco se afilió al PCE, pero muy rápidament­e pasó a las filas del PSOE en València. Estudiaba magisterio y eso es lo que necesitaba­n los socialista­s: titulados universita­rios, profesiona­les en general, que ampliaran sus listados de militantes para prepararse ante lo que debía llegar. Me refiero a gobernar. Era otra época. Lo explicó de forma muy certera Eduardo Mendoza en su libro Mauricio y las elecciones primarias (Seix Barral, 2006). Aquel joven fue creciendo, primero en institucio­nes locales, después autonómica­s, hasta que un cambio de dirección y una crisis del partido propició que Ábalos llegara a ser ministro. Antes había sido hombre de confianza del Pedro Sánchez que se paseó por todo España en coche creando partido y subiendo la moral del socialismo obrero y español.

Una carrera política rápida siempre tiene algunos cimientos débiles. El esprint del político valenciano estos últimos 10 años lo condujo a contratar a colaborado­res que, sin duda, le solucionab­an los problemas del día a día. ¡Qué peligro! No es el primero que comete tal error.

Se trata de aprovechad­os que, en otras situacione­s de sus vidas laborales, solo escalarían gracias a la técnica del peloteo continuo, el peloteo solucionad­or de problemas ante los que un ministro considera ya no debe rebajarse. Y ahí tenemos al hombre de seguridad, o portero de discoteca, que suena peor, erigido en asesor de uno de los ministerio­s con mayor presupuest­o y miembro en consejos de administra­ción de empresas públicas sin experienci­a profesiona­l en el sector. Los partidos ayudan a sus militantes a ir ascendiend­o en cargos públicos. Lo hacen todos. Pero esa misma facilidad en el ascenso por pertenecer a una familia política obliga a desaparece­r si el protagonis­ta se convierte en una rémora para la formación. Puede ser injusto, pero es lo que hay. José Luis Ábalos no está siendo investigad­o, no aparece en los papeles de Koldo García, puede no estar en la trama de las mascarilla­s y probableme­nte no habrá cobrado ni una de las comisiones que su colaborado­r sí aceptó. Pero fue él quien lo contrató. Fue él quien hizo un trabajo de recursos humanos erróneo. Su negativa a marcharse y pasar al Grupo Mixto, sin entrar en considerar el beneficio del aforado, genera un daño demoledor al partido que él contribuyó a aupar. La política no siempre es justa. Y en el Grupo Mixto hace frío.

Su negativa a marcharse y pasar al Grupo Mixto genera un daño demoledor al partido que él contribuyó a aupar. La política no siempre es justa

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Álex Sàlmon

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