Kanaga, la dignidad de la raza negra en el objetivo
Una retrospectiva en el centro KBr rescata la obra de la pionera fotógrafa estadounidense que con sus retratos ofreció una imagen positiva y empática con los negros, casi siempre asociados a pobreza y marginalidad. En su limitada obra destacan sus retratos y su compromiso social.
El marido de Annie Mas Merriweather, el aparcero negro sindicalista Jim Press, moría linchado en Alabama. Poco faltó para que también la mataran a ella, que lejos de hundirse escribiría: «Los terratenientes prefieren vernos morir a punta de pistola de los linchadores antes que darnos un salario digno. ¡Pero estamos más decididos que nunca a organizarnos y luchar (...) para conseguir mejores condiciones!». En 1935, la fotógrafa estadounidense Consuelo Kanaga (1894-1978), muy vinculada al movimiento Nuevo Negro, captaba el rostro de la viuda, «una mezcla de proximidad y contención» que transmitía su dignidad ante su pérdida. Este afán de empatizar y ofrecer una imagen positiva y bella de uno de los colectivos más propiciatorios del racismo, casi siempre asociado a la pobreza y marginalidad, es una de sus mayores contribuciones al modernismo fotográfico y recorre gran parte de su obra a través de retratos pero también con imágenes que eran toda una declaración de intenciones, como Manos, donde aboga por la solidaridad con dos manos a punto de entrelazarse, una blanca y otra negra.
El centro KBr de la Fundación Mapfre reúne hasta el 12 de mayo en Barcelona el conjunto de la trayectoria de Kanaga en Atrapar el espíritu, primera retrospectiva en Europa de una pionera que empezó como periodista en 1915, con 21 años, en el San Francisco Chronicle. «Cuando iba con un fotógrafo, le daba tan detalladas instrucciones que el editor la animó a dedicarse a la fotografía», explica el comisario, Drew Sawyer. Y se convirtió en una de las primeras fotoperiodistas y en mentora y amiga de otras fotógrafas de su época con las que compartió inspiración y mirada social, como Imogen Cunningham, Tina Modotti y Dorothea Lange. De hecho, la Madre migrante de esta última, de 1936, es claramente deudora de una desoladora escena similar de Kanaga de una madre con sus hijos en el Nueva York de 1923-24. También de esos años es La viuda Watson, una enferma de tuberculosis con su hijo.
La muestra, que viajará en verano a Madrid antes de ir a San Francisco y al Museo de Brooklyn, reúne 180 fotografías de una mujer poco dada a la autopromoción, cuyo trabajó «es poco conocido, en parte porque su obra conservada es pequeña. Quedan unos 2.500 negativos y 500 copias impresas», comenta el comisario, que señala como probable motivo que «casada y divorciada tres veces, a partir de los años 30 dedicó gran parte de su tiempo a ganar el sustento para su familia, haciendo fotos para revistas femeninas» y relegando su faceta más artística.
Tras los primeros trabajos, en los años 20, donde abundan imágenes de compromiso social, de pobreza y acoso racial, abrió un estudio con el que se ganó la vida como retratista, tanto de gente anónima como de famosos como el cantante Kenneth Spencer. Vinculada a movimientos vanguardistas como f/64 y Photo League, viajó a Europa y Túnez en 1927 y 1928 patrocinada por Albert M. Bender y descubrió el trato digno que aquí se daba a los negros. «Estoy harta de ver a mujeres y hombres de color maltratados por blancos estúpidos», escribió a su mecenas. De 1950, de un viaje a Florida es Ella es árbol de vida, una estoica madre negra con sus dos hijos, retrato, siempre de la dignidad.
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Tiene poca obra porque relegó su faceta artística para mantener a su familia