El Periódico - Castellano

Koldo en el Far West

- Koldo García POR EMMA RIVEROLA

En el salón cacarean dos gallitos. El ambiente se caldea y amenazan con destrozar el local. De repente, las puertas batientes se abren con ímpetu. Unas pisadas poderosas imponen silencio. El recién llegado se acerca a la barra, pide un whisky doble y una canción al pianista. Si alguien vuelve a piar, llega la esperada escena de la pelea. Puñetazos, sangre, dientes que vuelan y cuerpos maltrechos. El guionista nunca le creó como protagonis­ta. Para entenderno­s, no es John Wayne. Si acaso, su amigo más fiel. Pero, a veces, los personajes cobran vida propia y, de repente, la película da un giro de guion inesperado.

A trazo grueso, la biografía de Koldo García (Barakaldo, Vizcaya, 1970) se ajusta bastante a ese personaje: tipo duro, leal a quien le paga y más listo que ilustrado.

En su juventud, García fue el encargado de imponer orden en el salón, y la comparació­n no tiene mucho de metáfora. De portero en locales nocturnos a escolta en los tiempos duros de ETA. Y dos broncas que quizá tendrían gracia en una película, ninguna en la vida real. En 1991, siendo vigilante de una obra, participó junto a otros compañeros en la paliza a un vecino. El hombre se había quejado por el largo corte en una carretera. Se llevó algunas costillas rotas y los huesos quebrados de una mano. A García le cayeron dos años y cuatro meses de prisión menor, pero fue indultado por José María Aznar. En 2010, también fue condenado por golpear a un menor el día de la final del Mundial de fútbol de Sudáfrica. Fue en un bar de Pamplona, parece ser que el chaval llevaba una camiseta en la que se leía

Independen­tzia, cosa que no gustó a un policía nacional de paisano. Este le agarró y le echó del local a empujones. Fuera del local, hubo un forcejeo al que García se unió. Y hasta aquí, el currículo público de un tipo duro. Llámese agresivo sin el barniz peliculero.

Lealtad

Sobre la lealtad, el episodio más brillante del personaje nos conduce a la primavera de 2017. Pedro Sánchez se enfrenta en unas primarias a muerte. El partido está desgarrado. La plana mayor y la mayoría de las federacion­es apuestan por la andaluza Susana Díaz, mientras un puñado de díscolos y buena parte de la militancia cree en el defenestra­do Pedro Sánchez. El equipo del candidato teme juego sucio y que algún acto vandálico o robo acabe anulando parte de sus avales. Santos Cerdán, actual secretario de organizaci­ón del PSOE, se presenta con un tipo corpulento que había sido exconcejal socialista en Navarra. El hombretón cumple sobradamen­te con su deber. Durante dos noches duerme junto a los avales. Pedro Sánchez glosa su hazaña en su Ma

nual de resistenci­a. En ese momento, también se gana la confianza de José Luis Ábalos, entonces en el grupo de fieles más estrecho del candidato. Hasta aquí, la anécdota más ilustrativ­a de su sentido de la fidelidad.

Con Ábalos de secretario de organizaci­ón del PSOE y, después, ministro de Transporte­s, García demostró que era un tipo listo. De ser chófer y escolta de Ferraz pasó a engrosar la lista de asesores del ministerio. ¿Asesor de qué? Pues ya saben, situémonos en el Far West y lo veremos más claro. Ahora te cubro las espaldas, ahora te despejo el terreno. Y hoy amenazo a uno y mañana apaño lo otro. De paso, coloco a mi mujer y a mi hermano. Y, de repente, llega un virus, las campanas tocan a difuntos y García cree haber descubiert­o la mina de oro. Sí, el tipo es listo y, como tantos otros, es uno de los que se lanzan a la fiebre del oro. O, para ser más precisos, de las mascarilla­s. El objeto más buscado en un país donde la cifra de mortalidad escalaba cada día.

Comisión arriba, comisión abajo, las cuentas familiares de García empiezan a engordar y el patrimonio ya suma tres ranchos, perdón, tres pisos en Benidorm. Y, claro, al final, el sheriff del lugar acaba oliéndose que algo, quizá, no es trigo limpio. Esto huele mal, apunta la Audiencia Nacional, y empieza a revisar cuentas de marisquerí­as y amistades peligrosas.

García es el personaje que no parecía destinado a convertirs­e en protagonis­ta, pero, a veces, las tramas cobran vida propia y provocan cambios de guion. Con su imputación, todos los focos se han volcado sobre él, pero más rostros quedan iluminados. En un primer cortafuego­s, el PSOE quería que Ábalos entregara su acta de diputado. No lo ha hecho, se va al grupo mixto. Hay nervios en el salón: quizá García sigue teniendo en su mano los avales de Sánchez.

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Sergio Pérez / Efe Koldo García, escoltado por dos policías, a la salida de la Audiencia Nacional.
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