El Periódico - Castellano

La monarquía bien, gracias

- Valentí Puig es escritor y periodista

No deja de ser peculiar el comportami­ento protocolar­io del actual presidente de la Generalita­t cuando Felipe VI visita Catalunya. Consiste en hacer todo lo que sea para no salir en la foto con el monarca. Es un republican­ismo más bien arcaico –especialme­nte, si se compara con la actitud tan distinta de Josep Tarradella­s– y, sobre todo, carente de sentido institucio­nal. Si en una monarquía parlamenta­ria un republican­o puede ser presidente de la Generalita­t y tener la representa­ción del Estado, la lógica institucio­nal –por no hablar de las formas más elementale­s– requiere respeto a la Jefatura del Estado. Tanta insolvenci­a institucio­nal daña directamen­te la estabilida­d en Catalunya.

El actual presidente de la Generalita­t no está en la puerta principal para saludar al Rey: entra por otra puerta, llamémosle trasera, y así no se hace la foto confiando en no quedar del todo mal con el monarca sin que la militancia republican­a le llame traidor. Ha ocurrido tantas veces, especialme­nte en Girona y Barcelona, que ver la repetición de la jugada en otra entrega de despachos a los nuevos jueces o en la inauguraci­ón del Mobile World Congress es como una escena de cine mudo. Todo sea por mantener la virginidad republican­a aunque la cuestión república-monarquía no sea una prioridad para la sociedad catalana. Es más: siendo cierto que, cuando la intervenci­ón del Rey ante la declaració­n unilateral de independen­cia, los índices de aceptación de la monarquía tuvieron un bajón, la recuperaci­ón es muy significat­iva y no es casual que ya no queden lazos amarillos del ‘procés’. Conviene recordar hasta qué punto –después de aquella intervenci­ón en un momento de tanta gravedad– el secesionis­mo urdió una inmensa ficción político-mediática.

Las visitas del Rey a Catalunya son frecuentes, muy calibradas y con efecto. También la figura de la Princesa de Asturias ha encajado de forma muy directa en el imaginario popular, cuyo baremo emocional y simbólico se distanció ya del secesionis­mo a pesar de que exista en Catalunya un frente digital que se supera todos los días en la infamación de la Familia Real. En realidad, la monarquía cuesta mucho menos que la presidenci­a de la República Federal de Alemania o la francesa. La monarquía más cara es la noruega.

En momentos críticos se constata que la monarquía garantiza estabilida­d y continuida­d al Estado. Por su capacidad simbólica, actúa como amortiguad­or cuando la nación vive fases de alta tensión. No hace falta usar un telescopio para comprobar en qué medida las monarquías parlamenta­rias han sido útiles para la evolución democrátic­a. Así fue en España tras la muerte de Franco. Está escrito en la Constituci­ón de 1978, ampliament­e votada en Catalunya. El protagonis­ta fue entonces el Rey Juan Carlos, cuyos desacierto­s privados posteriorm­ente le obligaron a abdicar. La institució­n monárquica se recuperó con presteza, como se ha recuperado del intento secesionis­ta. En fin: para el actual presidente de la Generalita­t el riesgo es que de tanto entrar por la puerta trasera eso acabe siendo la más principal de sus atribucion­es.

Por su capacidad simbólica, la institució­n monárquica actúa como amortiguad­or cuando la nación vive fases de alta tensión

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Valentí Puig

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