Combatir la segregación escolar
Un grupo de familias de clase media de Manresa se ha organizado para llevar a sus hijos a escuelas de máxima complejidad en el curso 24-25.
Se expresan con sencillez, sin aspavientos ni grandes discursos épicos, pero en el patio de la escuela Sant Ignasi de Manresa, con la imponente silueta de Montserrat de fondo, se respira el ambiente de las jornadas importantes (y no por la cantidad de periodistas que han cruzado media Catalunya para vivirlo). Frases como «queríamos que nuestra hija fuera al colegio del barrio, que fuera amiga de sus vecinos» en boca de madres normales, de gente corriente, tiene aquí, analizadas con cierta perspectiva y mirando la radiografía de la segregación escolar en la ciudad, un valor casi revolucionario.
Aquello de solo el pueblo salva al pueblo versión preinscripción escolar.
Como casi todas partes, Manresa sufre segregación residencial o urbana (es decir, barrios que concentran niveles de pobreza bastante superiores a la media), pero esta es mucho menor a la segregación escolar. En el enclave en el que se levanta la escuela Sant Ignasi, el barrio de Plaça de Catalunya, el alumnado vulnerable (familias con problemas socioeconómicos graves, en muchos casos de origen migrante) es el 40% (la media de Manresa, según señala Pol Huguet, el concejal de Educación), mientras, en el mismo barrio, hay escuelas con un 90% de alumnado vulnerable y otras con un 20%; injusticia que un grupo de familias de la capital del Bages están intentando revertir, animadas por las familias que lo hicieron antes y, cuya pedagogía, hizo, por ejemplo, que la escuela Sant Ignasi dejara de ser una escuela invisible durante las jornadas de puertas abiertas previas a la preinscripción escolar.
La sociología de la educación lo ha tenido siempre claro: la segregación escolar no se acabará solo con cuotas de niños pobres en los colegios de niños ricos, sino cuando las familias de niños ricos –sin problemas socioeconómicos graves– apuesten por llevar a sus hijos a las escuelas de su barrio, aunque estas tengan una mayor concentración de niños vulnerables, las llamadas escuelas de máxima complejidad; algo que en Manresa –caso paradigmático donde, de 23 escuelas, 10 son de máxima complejidad– está empezando a pasar.
La ‘magia’ del boca a oreja
El boca a oreja ha funcionado – «el proyecto del Sant Ignasi te va a encantar, ves a conocerlo y ya me dirás» y, para el próximo curso (las preinscripciones empiezan la semana que viene) esta escuela con un 80% de alumnado vulnerable cuenta ya con un grupo de 10 familias ordinarias –etiqueta que reciben las no vulnerables- que se matricularán en bloque acogiéndose a la medida de los grupos singulares, recogida en el decreto de admisión.
Se trata de la posibilidad de asegurar plazas –sacándolas de la oferta inicial antes de la preinscripción– para familias ordinarias en centros de máxima complejidad. «En el proceso de elección de escuela siempre aparecen miedos y recelos, y esta medida da un plus de tranquilidad a familias que lo necesitan; fque quieren apostar por una escuela, pero temen que su hijo puede desencajar o ser el único catalanet, y con los grupos singulares saben que el grupo que conformen, con los amigos de la bressol, por ejemplo, tendrá su plaza asegurada, es decir, entrarán todos, y así, poco a poco, se revertirá el grave problema de segregación escolar que sufrimos», resume Huguet.
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