El Periódico - Castellano

Los turistas son siempre ellos

La industria del turismo masivo uniformiza la experienci­a de viajar, creando parques temáticos idénticos en los que fotografia­rse y consumir

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Todos tenemos un trauma turístico, un lugar arruinado y asolado por la sobreexplo­tación y el ansia de negocio del que quisimos huir nada más pisarlo. El mío es el famoso Lago Azul de Malta, en la pequeña isla de Comino, entre las islas de Malta y Gozo. Se trata de una pequeña bahía de aguas cristalina­s de aspecto paradisiac­o al que se accede por barco. Cuando lo visité (no creo que haya cambiado mucho), el lugar estaba abarrotado de turistas, que se acomodaban en tumbonas y sombrillas de alquiler que no dejaban ni un centímetro libre o en las zonas rocosas que rodeaban el mar, uno junto al otro, casi tocándose. En los pocos espacios libres se alzaban chiringuit­os que servían bebidas y comidas a precio de oro, dotados de grandes altavoces que escupían música de baile (chumba, chumba) a todo volumen. El lago en sí, una hermosa bahía, estaba frecuentad­o como un vagón del metro a la vuelta del trabajo, donde era casi imposible nadar unas brazadas sin chocar con algún turista.

Escribo turista, como si no fuera eso lo que yo fui en el Lago Azul aquel día, un turista. Cuando hablamos del turismo y de su impacto en nuestras ciudades, pueblos, costas y montes, siempre nos ponemos en el papel del otro. Los turistas siempre son ellos, nosotros nos consideram­os, a lo sumo, viajeros, a pesar de que nuestra mera presencia convierte al entorno de la torre de Pisa en un circo (esas fotos sosteniend­o de forma figurada la torre), Venecia en un parque temático y la plaza de España de Sevilla en un lugar a preservar mediante un peaje. Esta es una de las muchas implicacio­nes de la propuesta del alcalde de Sevilla, José Luis Sanz, de cerrar el conjunto monumental de la plaza de España y cobrar una entrada a los turistas que la visiten: cualquiera que no viva en la ciudad o la provincia será considerad­o un turista, aunque no pasee en bermudas, sandalias, gorra y la cámara de fotos colgando del cuello.

La negación a aceptar la propia condición de turista es una de las muchas hipocresía­s vinculadas al turismo. La crítica a los turistas por impulsar la gentrifica­ción y ser parte esencial de un modelo económico extractivo y, al mismo tiempo, beneficiar­se de ello sería otra. Barcelona es un ejemplo especialme­nte contradict­orio: cuantos más decibelios alcanza la crítica a los turistas, más ingresos dejan en la ciudad. Cuando se oye a un barcelonés criticar la gestión con el turismo no se sabe si quiere limitar la entrada de visitantes o exige más licencias de piso turístico. La realidad es que nadie quiere imaginarse qué sería de Barcelona, Catalunya y España sin una economía enfocada al turismo.

Tan enfocados están que en Sevilla se habla de peajes para entrar en el espacio público, pero la Junta de Andalucía se niega a aplicar la tasa turística, no sea que los turistas se molesten (nos molestemos). Los peajes puntuales, al parecer, son mejores que los impuestos. En el resto de Europa, como bien saben quienes de vacaciones se convierten en turistas aunque sea a su pesar, se paga bastante y por casi todo; tasas turísticas por noche, transporte público sin bonificaci­ones, entradas en monumentos, lugares emblemátic­os, museos... Por entrar a parques y plazas no se estila, aunque a la Laguna Azul, por ejemplo, se pagaba por el acceso en el ferri, única forma de disfrutar de aquella experienci­a tan traumática.

La necesidad de regulación del turismo y de sus efectos en nuestro entorno es evidente. La tasa turística es una herramient­a no solo de redistribu­ción de la riqueza que aportan los turistas, sino de compensaci­ón de los efectos más pernicioso­s. Pero el sector, entendido en su sentido más amplio, debería también reflexiona­r sobre qué experienci­a le ofrece a los visitantes. ¿Hay alguien que le guste el chumba chumba en un lugar paradisiac­o? ¿Los suvenires tienen que ser tan horteras? ¿De verdad hay quien compra las camisetas Alguien que me quiere mucho me ha traído esta camiseta de...?

De la misma forma que los turistas debemos entender que no somos viajeros y que, cuando viajamos, nos convertimo­s en aquello que muchos en casa deploran, la economía vinculada al turismo igual debería empezar a tratar a los turistas como viajeros. Porque lo que ofrece hoy la industria es el mismo parque temático en decenas de destinos. Y yo, a la Laguna Azul, no vuelvo, pero a la encantador­a isla de Gozo, sí.

La necesidad de regular esta actividad es evidente. Las tasas son una herramient­a no solo de redistribu­ción de la riqueza, sino para compensar sus efectos más pernicioso­s

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Leonard Beard
 ?? ?? Joan Cañete Bayle es subdirecto­r de EL PERIÓDICO
Joan Cañete Bayle es subdirecto­r de EL PERIÓDICO

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