El Periódico - Castellano

Ábalos, el apestado político

No sé cuántas veces habré visto la comparecen­cia de Ábalos. Y me digo: ¿Qué hay de la responsabi­lidad? ¿Por qué en este país dimitir y pedir disculpas no se ve como un gesto de integridad?

- Patrycia Centeno

Desde aquel maravillos­o «nanosegund­o en el metaverso» de Tamara Falcó que no me había vuelto a recrear tanto con una declaració­n. No sé cuántas veces habré visto la comparecen­cia de Jose Luis Ábalos. Soy de las que han acabado poniéndose en bucle ese «siento que me enfrento a todo. Vengo solo en mi coche, no tengo secretaria, no tengo a nadie detrás ni al lado. Me enfrento a todo el poder político, de una parte y de otra, y lo tengo que hacer solo. Soy un mero peón que se inserta en una lucha política». A los pocos minutos de acabar el anuncio, las redes ya le habían insertado todo tipo de bandas sonoras épicas al clip. Una delicia, oigan. Porque segurament­e, lo único que le faltó a la puesta en escena del exministro socialista fue un poco de música.

Lo que se esperaba que fuera una renuncia acabó siendo un «me paso al grupo mixto». Una declaració­n (monólogo) de 25 minutos recitada e interpreta­da por quien se debe creer el José

Sacristán o el Josep Maria Pou de la escena política. Que si pausa dramática por aquí, que si mirada perdida por allá, que si lagrimita (fugaz) final emotiva... Alguna sonrisa (con los ojos prácticame­nte cerrados) de condescend­encia o perdonavid­as y el atril bien agarrado por ambas manos (cuando lo hacen, no sé si es por nerviosism­o, si se plantean lanzárselo a alguien o porque simplement­e se aferran al púlpito). Nariz y labio fruncido para representa­r su repulsa a las acusacione­s y un hombro siempre más adelantado que el otro (¿Qué? ¿Qué pasa?). Pero pese al dominio escénico y ese aire chulesco/vacilante que lo caracteriz­a (la crencha al lado es su máxima representa­ción visual), para recordar que «no estoy acusado de nada» tuvo que mirar dos veces sus notas... Eso sí, el ademán de rabia (sacar mandíbula y enseñar dientes) lo bordó.

También se le escapó una negación con la cabeza al declarar «soy inocente» y es curioso que dirigiera la vista hacia abajo justamente cuando auguró que los que hoy le echaban del partido le iban a tener que «mirar a la cara».

Pero más allá de las incongruen­cias entre lo expuesto de palabra y lo expresado con el cuerpo, añadió una trampa habitual de conceptos entre la clase política española. «Si yo renunciara, se entendería como una señal de culpabilid­ad que no asumo (...). Sé lo que es un apestado político», argumentó Ábalos. Pero aunque seas inocente, ¿qué hay de la responsabi­lidad? ¿Por qué en este país dimitir y pedir disculpas sigue presentánd­ose únicamente como una muestra de debilidad en vez de una señal de respeto e integridad?

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José Luis Roca El exministro José Luis Ábalos, en el momento en que anunció que se pasaba al Grupo Mixto.
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