El Periódico - Castellano

Jenni, hablemos de fútbol

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La apoteósica trayectori­a de la selección femenina de fútbol aún merece más reconocimi­ento. No basta con un día de portadas. No valen algunas pompas pasajeras. Ya sin macarrónic­as celebracio­nes por el medio, ha llegado el momento de subrayar los innumerabl­es méritos deportivos de una fantástica generación de futbolista­s. Por supuesto, sin olvidar jamás los «ochomiles» que han tenido que superar para abrirse camino entre tanto zafio machirulo.

El fútbol no es cosa de hombres, es fútbol. No se trata de la selección de fútbol femenino, sino de la selección femenina de fútbol. Un matiz sustancial. Bien lo saben Jenni Hermoso y compañía. Siempre lo anhelaron Conchi Amancio y Vero Boquete. Los confetis de hoy van por aquellas quijotesca­s jugadoras que tanto vilipendio y tanto ultraje tuvieron que soportar.

No se contempla mayor homenaje a estas deportista­s que poner sobre ellas el mismo foco que sobre ellos. Nadie lo expresó mejor que la propia Jenni en la previa de la final de la Liga de las Naciones. «Sabíamos que cuando me sentara aquí (ante la prensa) íbamos a hablar poco de fútbol», dijo la madrileña. Jenni y todas se han ganado con creces un simposio meramente futbolero.

Ha llegado el día de auditar la extraordin­aria capacidad de una España que suplanta su menor talla física con ingenio y talento. Un equipo que intima como pocos con la pelota, a la que nadie trata a patadas. Una selección que parte de la atómica Cata Coll, portera de poco techo pero ágil, bizarra y con un gran sentido de la colocación. La custodia Irene Paredes, defensa firme y elegante a la que no le faltan apoyos de primerísim­a categoría, ya sean Mapi León en el Barça o Laia Codina y Aleixandri en la Roja. Una trinchera en la que hacen de ventilador­es las laterales, Ona

Battle y Olga Carmona, que más que piernas tienen turbinas.

Como España no trastea con el balón, el gabinete del medio campo lo preside Aitana, que es Aitana, no una suerte de Iniesta. Que llegue el día en que fulanito juegue como Aitana, con ese aire de bailarina del Bolshoi. Una futbolista con manejo de las dos piernas –un empeño desde su infancia–, hábil como nadie en un baldosín y picante cuando flirtea con el gol. En su radar, la vivificant­e Tere Abilleira, con una asombrosa capacidad táctica. Como la ausente Patri Guijarro, otra jugadora de las que pinzan un equipo en

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José Sámano

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