El Periódico - Castellano

Segundo viaje por Arrakis

- Quim Casas ‘Dune: Parte 2’ Dirección: Denis Villeneuve (Estreno: 1/3/2024)

La segunda parte del

Dune de Denis Villeneuve arranca en las dunas del desierto, el punto neurálgico del planeta Arrakis. La acción empieza allí donde terminaba el primer filme y concluye con un plano de Chani, la guerrera Fremen encarnada por Zendaya, que es la puerta abierta a la tercera. Villeneuve ha logrado lo que no pudo hacer David Lynch, y con tres o más películas puede desplegars­e de una manera más lógica y comprensib­le todo el vasto y mitológico universo descrito por Frank Herbert en sus novelas.

Villeneuve puede hacer todas las comparacio­nes posibles entre los clanes Fremen y las reverendas madres con los poderes y fanatismos religiosos, sean del signo que sean pese a las arenas del desierto y los ropajes que nos pueden hacer pensar en las culturas musulmanas. Dune: Parte 2 incide en las creencias sobre líderes, profecías y mesías, el culto a la personalid­ad en definitiva, y en esto la evolución del personaje central del relato, el joven Paul Atreides, es bastante clara, así como las prestacion­es de uno de los jefes de los Fremen, Stilgar, personaje obsesionad­o por todo tipo de creencias. Todos los intérprete­s repiten y evoluciona­n. Ya hay menos ingenuidad en Timothée Chalamet como Paul y más fanatismo en Javier Bardem en el papel de Stilgar.

Entran en escena otras figuras relevantes que no habían tenido espacio aún en el primer filme, como el emperador y su hija, la princesa Irulan, y sobre ellos cae todo el peso de las manipulaci­ones políticas para hacerse con el poder o, simplement­e, conservarl­o. Villeneuve consigue equilibrar multitud de pequeñas situacione­s, a partir de una sola trama esencial, y diversidad de personajes, aunque siempre les ganarán la partida los gusanos de arena. Las aparicione­s de las singulares criaturas, domadas como si fueran caballos salvajes o la ballena Moby Dick, siempre otorgan un plus. Ocurría en la versión de Lynch de 1984, en el primer Dune de Villeneuve y en esta segunda entrega.

‘Dune’ de Jodorowsky

Sin llegar al delirio que pudo haber sido la película de Alejandro Jodorowsky de haber conseguido financiaci­ón, con una configurac­ión de los diversos planetas de Dune marcadamen­te opuesta, e incluso música de bandas de rock ácido o cósmico diferentes para ilustrar cada uno de esos planetas –se habló de Pink Floyd y Magma, entre otras bandas lisérgicas y prog rock–, Villeneuve contrasta bien los dominios de Arrakis, o la fusión de arena y especia, con los del clan Harkonnen, o la mezcla de oscuridad y líquidos putrefacto­s. Tendente a cierto manierismo, concibe toda la parte del duelo en un símil de coliseo romano entre tres prisionero­s Fremen y el favorito del clan, el Feyd Rauth que intepreta Austin Elvis Butler, en una suerte de ballet en blanco y negro, ya que entonces el hábitat de los Harkonnen está marcado por la aparición de un sol negro.

Si Dune va a dividirse en tres actos, en tres filmes, la primera de las películas nos habría presentado a un ingenuo Paul, la segunda evoluciona­ría dramáticam­ente hacía un personaje mesiánico y vengativo, y la tercera lo catapultar­ía al poder que quizá nunca ansió, pero que la historia de Arrakis le demanda. Todo mostrado con cierta contención y una vistosidad que no reniega del gran aparato de producción sin convertirl­o en el máximo reclamo del filme.

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