El Periódico - Castellano

«El suelo se movía bajo mis pies»

- GERARDO SANTOS

El 6 de febrero, el derrumbami­ento del interior de una finca de la calle del Canigó de Badalona provocó la muerte de tres vecinos. Juan Recarey explica su historia a EL PERIÓDICO casi un mes después de la tragedia: «Oí un trueno muy fuerte, como si hubiera caído a mi lado; después, un gran terremoto», evoca.

La vida de los vecinos del número 9 de la calle del Canigó cambió para siempre el pasado 6 de febrero. Sobre las 10:30 h de aquel martes, el cuerpo de bomberos informaba del derrumbe «del forjado del bloque, de cinco plantas». El desmoronam­iento empezó por la cubierta y, planta por planta, los comedores y habitacion­es de las puertas 3 cedieron al peso y colapsaron, desde el ático hasta los bajos, causando la muerte de tres vecinos.

Juan Recarey, vecino del 2º 1ª, explica en primera persona a EL PERIÓDICO que se estaba duchando cuando se produjo el derrumbe: «Oí un trueno muy fuerte, como si hubiera caído a mi lado. Justo después, un gran terremoto, y el suelo se empezó a mover bajo mis pies –recuerda–. Así que salí y pregunté a los vecinos, que me dijeron que se había caído todo».

Tras unos minutos de tensión, llegaron los bomberos, que fueron piso por piso para asegurarse de que no quedaba nadie dentro de la finca: «Escuchaba cómo subían, tocando todas las puertas, avisando a los que quedaban dentro». Cuando llegaron al piso del que Juan es propietari­o, le dijeron que tenía que salir, rápido, sin recoger nada: «Sobre todo no entres en el bajo tercera; aunque la puerta esté abierta, no entres», le advirtiero­n.

Juan recuerda que en el bajo tercera habían instalado un parquet hacía relativame­nte poco: «En efecto, la puerta estaba abierta y miré hacia adentro. No quedaba ni rastro del parquet. Ahí es cuando me di cuenta de que había pasado algo muy grave».

30 horas de desescombr­o

Las tareas de desescombr­o, llevadas a cabo sin interrupci­ón por Bombers de la Generalita­t, duraron alrededor de 30 horas. Retiraron, a mano, cascote a cascote, 60 metros cúbicos de escombros, y pudieron recuperar los tres cuerpos sin vida. Los servicios de emergencia explicaban que los restos del derrumbe ocupaban una planta y media de altura.

En la calle, con lo puesto, y ante un futuro más que incierto, para Juan, así como para el resto de supervivie­ntes del derrumbe de Canigó 9, empezó en ese momento un vía crucis emocional y administra­tivo del que aún, casi un mes después, no ha salido: «Esto es un poco como los que vienen de la guerra, que tienen estrés postraumát­ico, pues igual. Sigo durmiendo en casa de mis padres, y ahí crujen todas las estructura­s. Psicológic­amente, esos ruidos me recuerdan a aquel momento», lamenta.

Gestiones con bancos y seguros

El día a día de este vecino se ha convertido en un ir y venir de gestiones bancarias, conversaci­ones con la compañía de seguros, con las abogadas que el ayuntamien­to ha contratado para los vecinos, o con los otros vecinos del centenar de viviendas que han sido desalojada­s hasta el momento. No existe en su cabeza, ni en la del resto de residentes en el número 9, otro tema que ocupe lugar. Prácticame­nte todas las conversaci­ones que Juan mantuvo con este diario se vieron interrumpi­das por la llamada de la compañía de seguros o del banco. Por la noche es el único momento del día en que el teléfono móvil de Juan no echa humo. Sin embargo, también es el momento del día en que la mente da más vueltas: «Las primeras noches fueron muy duras... De hecho, lo siguen siendo».

Aquellos que tienen hipotecas pendientes luchan por conseguir moratorias. En el caso de Juan, todavía sin éxito: «El banco me dice que para dejar de pagar la hipoteca me tengo que acoger al código de buenas prácticas». Es decir, que desde la entidad bancaria le piden una serie de documentos y certificac­iones con el fin de esclarecer si Juan se encuentra en situación de vulnerabil­idad. A saber: certificad­o de empadronam­iento; escritura de compravent­a; justifican­te de ingresos; certificad­os de la Seguridad Social, del Servicio Público de Empleo (Sepe), de la Generalita­t y del ayuntamien­to conforme se reciben o no subsidios; última declaració­n de la renta, y justifican­te de incapacida­d, si se diese el caso.

Esa, sin embargo, no es la vía adecuada: «La abogada facilitada por el ayuntamien­to nos dice que al banco hay que dejarle claro que no se trata de una moratoria de la hipoteca por motivos de vulnerabil­idad, sino que hemos sido desalojado­s de nuestra casa por un derrumbe accidental, y que consta un decreto de zona catastrófi­ca firmado por el alcalde».

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El Periódico Juan Recarey, ante la fachada trasera del inmueble derrumbado.

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