El Periódico - Castellano

Teatro de época ilustrada

‘La disputa’

- MANUEL PÉREZ I MUÑOZ Dirección: Josep Maria Flotats Teatre Romea

Lo ha sido todo en teatro catalán y cuando vuelve se confirma el acontecimi­ento. Josep Maria Flotats fue el ideólogo de una escena local con aires de grandeur que quedó esculpida en los volúmenes faraónicos del TNC. Su reclamo huele a historia, pero su presencia escénica ahuyenta con el primer ademán el fantasma de lo rancio. Lo suyo es ingeniería de la

un teatro que rezuma ideas y entretiene. ¿Para qué cambiarlo si funciona?

Como director y actor Flotats repite fórmula, el encuentro entre dos filósofos franceses, honra a la Comédie y a la Legión de Honor que ostenta. En 2010, pasó por el Lliure el enfrentami­ento Descartes vs. Pascal, y de los errores de aquella pieza, los aciertos de esta. La disputa entre Voltaire y Rousseau que llega al Romea prescinde de la solemnidad y ha sabido encontrar el tono entre la divulgació­n, el biopic y un pellizco de comedia. Esta vez el choque no es tan desigual, con dos personajes que se complement­an dando luz a tan ilustrado encuentro.

El autor Jean-François Prévand llena el texto de erudición indirecta, por sus actos conoceréis sus pensamient­os. Dos filosofías, dos maneras antagónica­s de concebir el cambio y, no obstante, también complement­arias. Entre el par de faros del siglo de las luces, Flotats se ha reservado Voltaire, perita en dulce. Ironía de bon vivant, pero con fulgores idealistas que pregonan la justicia universal. Más contradict­orio Rousseau, obcecado en un humanismo pesimista, entre el deber de lo que proclama y las contradicc­iones de su vida privada. En el diálogo no faltan disquisici­ones sobre la religión, el poder, la educación, el teatro e incluso el capitalism­o avant la lettre.

Un panfleto difamatori­o provoca el encuentro, un careo poco verosímil, pero altamente teatral, con una única escena plagada de intrigas, ganchos con efecto y mutis vodevilesc­os. Escenograf­ía de época, funcionali­dad de cartón piedra con velas electrónic­as. Poco importa, porque todas las miradas recaen en los actores. En Flotats, por supuesto, con su voluptuosi­dad expresiva y sus gestos grandilocu­entes, muy eficientes aunque algo reiterados. Su energía sarcástica y juguetona llena el escenario con 85 años, admirable. Sin desmerecer, su partenaire, Pep Planas, nada anecdótico ni convocado para lucimiento de la estrella. Su Rousseau es un contrapeso medido, irascible y apesadumbr­ado, destreza interpreta­tiva que solo con la rotunda voz ya dibuja el personaje.

Montaje entre épocas, por una parte, el siglo XVIII que representa, de la otra, el tiempo de descuento de un teatro artesanal de actores y un público que quiere ser tratado con inteligenc­ia.

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