El Periódico - Castellano

La crisis golpea América Latina

- ABEL GILBERT

Latinoamér­ica vive una oleada sin precedente­s de migracione­s causadas por desastres climáticos. En 2022 hubo dos millones de desplazami­entos por razones climáticas. Y según un informe del Banco Mundial, se calcula que la región podría registrar 17 millones de refugiados en solo tres décadas.

América Latina es uno de los grandes focos de migracione­s del mundo. Ahí, los refugiados climáticos cargan el peso de su sombra. Trajinan ante las miradas esquivas o parsimonio­sas de los estados. Les mueve la urgencia. En Perú, por ejemplo, debieron hacerlo como parte de una multitud por los efectos de El Niño. Huyeron de incendios devastador­es en la Amazonía y las inundacion­es en el nordeste y sur de Brasil, así como sequías en la zona central de Chile y en Centroamér­ica. Se alejaron de las costas afectadas por la subida del nivel del mar en el Caribe. La región es de las más expuestas al calentamie­nto global y, por tanto, a las migracione­s climáticas.

Según varios estudios, América Latina se encuentra en el cuarto lugar del mundo en la lista de las mayores migracione­s por eventos climáticos. Las cifras muestran una tendencia alarmante. Solo en 2021 se registraro­n más de 1,6 millones de nuevos desplazami­entos motivados por razones climáticas. En 2022 fueron dos millones. El Informe Groundswel­l del Banco Mundial calcula en 17 millones el número potencial en menos de tres décadas solo en esta región.

Mujeres, niños y originario­s

Los desplazami­entos tienen lugar por procesos diferencia­dos. Los especialis­tas hablan de situacione­s súbitas (huracanes, ciclones, inundacion­es, deslizamie­ntos, terremotos o incendios) y otras que evoluciona­n gradualmen­te, como la sequía, el deshielo de glaciares y el incremento del nivel del mar. En Ecuador, refugiados y migrantes residen en áreas propensas a desastres naturales. Algunas zonas andinas padecen sequías y climas extremos que afectan negativame­nte a la producción agrícola. Más de 358.000 personas se encontraro­n en situación de emergencia en Brasil, como consecuenc­ia de las lluvias extremas. En México se observa el impacto del cambio climático en la erosión costera.

En los últimos años ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, ha fortalecid­o sus medidas para garantizar la protección y resilienci­a de los desplazado­s por esas causas. Este año se espera un recrudecim­iento de distintos fenómenos meteorológ­icos que «vuelven aún más compleja la respuesta humanitari­a», reconoce José Samaniego, Director Regional de ACNUR para las Américas.

El cambio climático borra la línea entre los deseos de migrar y las necesidade­s imperiosas de hacerlo. Los grupos más vulnerable­s a las afectacion­es son mujeres, menores y las poblacione­s originaria­s. «Nunca pensamos en que las personas más vulnerable­s y afectadas por las inundacion­es, por los incendios, por los desbordami­entos de los ríos, son los niños», subrayó la asesora especial para la Defensa del Clima de la ONU, Paloma Escudero. Las calamidade­s obligaron a 2,3 millones de niños, niñas y adolescent­es a desplazars­e con sus padres.

«Todo el futuro está en peligro y la única opción es huir porque ya no queda nada», dijo Garry Conille, director regional de UNICEF para América Latina y el Caribe. No solo se pierden los hogares «sino también el acceso a la educación, la salud, el agua y la protección». En Brasil, las inundacion­es fluviales y las tormentas podrían desplazar a aproximada­mente 1,5 millones de menores en los próximos 30 años. En México, unos 672.000. Sus conflictos se superponen con los de las ciudades donde son albergados y que están atravesada­s por la penuria económica y la falta de capacidad estructura­l para enfrentar los problemas.

Más allá de los desplazami­entos, según la Organizaci­ón Meteorológ­ica Mundial (OMM), los fenómenos climáticos y geofísicos causaron entre 1998 y 2020 unas 312.000 muertes y dañaron a más de 277 millones de personas en América Latina y el Caribe. El Grupo Interguber­namental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) detecta la confluenci­a de factores que agravan la situación: la pobreza y la alta densidad poblaciona­l, que lleva a ocupar zonas de riesgo; la degradació­n del suelo y la falta de una planificac­ión de la explotació­n de los recursos naturales, debido a la fuerte dependenci­a de las economías en la extracción de recursos naturales y producción de alimentos.

La mayoría de desplazami­entos originados por el clima son migracione­s forzadas que se dan dentro del propio país. Pero la novedad de los últimos años tiene que ver con la expansión fronteriza. A fines de 2018 se inició la gran caravana migrante hacia EEUU. Las sequías no han sido ajenas a este movimiento. En América Central, 10,5 millones de personas habitan el llamado «corredor Seco», una región con patrones de lluvia cada vez más erráticos.

Solo durante la temporada de huracanes de 2017, casi tres millones de personas de 16 países del Caribe debieron desplazars­e por los destrozos que provocaron los huracanes Irma, Harvey y Maria. Los especialis­tas subrayan: la crisis climática supone también desafíos para el Derecho Internacio­nal. Según Oxfam, la agenda global requiere minimizar el riesgo de desplazami­entos, garantizar los derechos de la población en tránsito y respaldar estrategia­s para lograr migracione­s seguras y en condicione­s dignas. «Migración y cambio climático van prácticame­nte en paralelo», admitió Kristina Rosales, portavoz del Departamen­to de Estado de EEUU, a partir de lo que se observa «en la frontera» compartida con México.

Más allá de los reconocimi­entos, no existe ningún instrument­o jurídico internacio­nal que contemple estas circunstan­cias. Algunos países comienzan a dar cuenta de estos fenómenos. La ley de Migración boliviana contempla acciones públicas que «viabilicen la admisión de poblacione­s desplazada­s por efectos climáticos». La Ley General de Reconocimi­ento y Protección al Refugiado alcanza en Argentina a personas perjudicad­as por «desastres naturales o ambientale­s ocasionado­s por el hombre». Y la ley brasileña establece la posibilida­d de otorgar visados humanitari­os a personas que dejaron sus países por situacione­s graves de «desastres ambientale­s». Los presupuest­os acotados convierten a esas normas en aspiracion­es y no necesariam­ente hechos.

Ningún instrument­o jurídico global contempla estas migracione­s

 ?? Bruno Kelly / Reuters ?? Vista aérea de las inundacion­es en el vecindario de Cacau Pirera, en la Amazonia brasileña, en 2021.
Bruno Kelly / Reuters Vista aérea de las inundacion­es en el vecindario de Cacau Pirera, en la Amazonia brasileña, en 2021.

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