El Periódico - Castellano

Hacerlo en el coche

- Carles Sans

Hace semanas, vamos a decir que al amigo de un amigo, persona en edad de irse a un hotel para según qué cosas, le pillaron unos agentes de la autoridad haciendo el amor en su coche. La situación fue muy embarazosa, y nunca mejor dicho; estar en lo que estás y verse sorprendid­o por la cara de un agente al otro lado de un cristal empañado es un susto de los grandes.

Al verse descubiert­o por los agentes tocó recomponer­se a toda prisa con el cuadro de quedarse con la camisa medio fuera, el sujetador de ella asomando por debajo del asiento y la vergüenza de sentirse pillado a una edad que no toca. Al parecer, el guardia picó la ventanilla e hizo señas de que bajasen el cristal.

«Buenas tardes», dice el agente. «¿Qué hacen ustedes aquí?». La pregunta sobraba, pues era más que evidente lo que hacían: un culo al aire no engaña. Sin embargo, al amigo de mi amigo se le ocurrió mentir a sabiendas de que aquello no llevaba a ninguna parte. Estábamos hablando tranquilam­ente, le dijo al agente. Lo que siguió a esto fue una multa por practicar sexo en la vía pública.

Hay confusión sobre si es o no legal practicar sexo en tu coche; antes lo hacíamos sin preguntarn­os nada. A finales de los ochenta, hacer el amor en un Simca 1000 era visto con mucha naturalida­d entre la gente joven; ahora, por lo que se ve, es más comprometi­do. Segurament­e está en consonanci­a con esa regresión de libertades en la que hemos caído de un tiempo a esta parte. El amigo del amigo se debate en si pagar la multa o no; él arguye que la vergüenza que pasó junto a su pareja ya debería de ser castigo suficiente.

En mi opinión me parece una sandez multar por disfrutar con otra persona, siempre dentro del consentimi­ento, en el ámbito de tu coche, porque: ¿de qué nos sirven los asientos abatibles si no es para estos momentos de sexo furtivo?

Otra cosa muy distinta es que esté prohibido hacerlo mientras se circula. Eso ya es otra cosa, pues cualquier distracció­n al volante es muy peligrosa, incluso el sexo oral, que a fin de cuentas, quieras o no, al poner los ojos en blanco, uno pierde de vista la carretera.

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