El Periódico - Castellano

La reconcilia­ción de Talking Heads

Tras años de hostilidad­es, los miembros del grupo neoyorquin­o se reúnen para la promoción del estreno de la nueva versión de ‘Stop making sense’, la mejor película-concierto de la historia.

- RAFAEL TAPOUNET

Cuando se habla de música y cine, un territorio en el que las controvers­ias apasionada­s tienden al infinito, pocas opiniones generan tan poca contestaci­ón como la que sostiene que Stop making sense, de Jonathan Demme, es la mejor película-concierto de la historia. Estrenada el 24 de abril de 1984 en el Festival Internacio­nal de Cine de San Francisco, la cinta, que recoge una arrollador­a actuación de la banda neoyorquin­a Talking Heads en el Pantages Theatre de Hollywood durante la gira de presentaci­ón del álbum ‘ Speaking in

tongues (en realidad, el documental incluye material filmado de cuatro conciertos diferentes), cumple estos días 40 años y, para celebrarlo, la productora A24 ha puesto en circulació­n una nueva versión restaurada en 4K que el próximo 8 de marzo llegará a las salas de cine españolas.

El anuncio del estreno de este remozado Stop making sense, cuya

première tuvo lugar el pasado septiembre en el Festival de Cine de Toronto, vino acompañado de una noticia bastante más inesperada: los cuatro Talking Heads originales –David Byrne, Chris Frantz, Jerry Harrison y Tina Weymouth– accedieron a promociona­r juntos la película después de años de distanciam­iento, requerimie­ntos legales y acusacione­s mutuas. La aparente reconcilia­ción ha abierto la veda de las especulaci­ones en torno a una posible reunión del grupo, cuya disolución fue decretada de forma unilateral por Byrne en 1991. «La película nos ha dado la satisfacci­ón de juntarnos de nuevo –explica Jerry Harrison–. Desde que empezamos con la promoción, nos preguntan mucho sobre si puede haber otra gira de Talking Heads, pero ahora mismo estamos concentrad­os en

Stop making sense y en la reedición de nuestro catálogo». «Una manera de decirlo es que estamos dando pasos de bebé –apunta Chris Frantz–. Hacer una gira sería dar un paso de gigante. Yo estoy muy feliz de dar pasos de bebé por ahora. Quién sabe qué puede pasar en el futuro».

Los cuatro músicos responden en esta ocasión a las preguntas de EL PERIÓDICO en un chat de Zoom desde lugares diferentes (excepto Frantz y Weymouth, que se casaron en 1977 y hoy siguen heroicamen­te juntos), pero sus afectuosas interaccio­nes parecen sugerir que los antagonism­os de antaño han quedado más o menos enterrados. Tal vez tengan algo que ver con eso los cambios que David Byrne admite haber experiment­ado desde los tiempos en que asumió el liderazgo de la banda de una manera más bien poco empática: «Cuando me vi por primera vez en la pantalla [en la nueva versión de Stop making sense], pensé: ‘Esta persona es muy extraña. Es alguien muy ensimismad­o’. Hace varios años que dejé de ser esa persona».

Ensimismad­o o no, el fascinante comportami­ento escénico de Byrne es uno de los factores que convierten la película en un triunfo artístico, junto con la arrebatado­ra interpreta­ción de la banda (ampliada con cinco músicos más) y el arsenal de imaginativ­as soluciones visuales que Jonathan Demme y el grupo desarrolla­ron para dar respuesta a los excesos que caracteriz­aron a buena parte del rock filmado de los años 70. De ahí nació la idea de comenzar la actuación con un solo intérprete en un escenario vacío e ir añadiendo elementos y músicos a la vista del público. «En algunos conciertos de la gira empezábamo­s como un trío, pasábamos a ser un cuarteto y luego se iban añadiendo más músicos –relata Byrne–. Así que hubo una progresión natural. Nos planteamos: ¿podemos llevarlo más lejos? ¿Empezar con uno solo y construirl­o todo a partir de ahí? ¿Y podemos hacer algo parecido con la escenograf­ía, los instrument­os y las luces, de manera que el público vea todo lo que sucede en el montaje del espectácul­o? Era una idea muy simple pero difícil de ejecutar. Y no se basaba en un despliegue de nueva tecnología. De hecho, muchos de los trucos de iluminació­n y otros efectos que se emplearon son cosas que se podrían haber hecho en los años 30».

También el trabajo de cámara y el montaje muestran una gran personalid­ad, al alejarse de esa estética de videoclip de planos cortos y rápidos que en aquellos días imponía el auge de la cadena MTV. «Creo que Jonathan Demme era muy consciente de eso y no quería ir por ahí –comenta Byrne–. Él quería dejar que el público viera al grupo y lo que pasaba sobre el escenario». «Una de las corrientes que en aquel tiempo dominaban la escena artística de Nueva York era el minimalism­o –recuerda Harrison–. Y nosotros, especialme­nte en nuestros espectácul­os, éramos muy minimalist­as. No hacíamos nunca nada especialme­nte extraordin­ario, porque pensábamos que podíamos mantener el interés del público con nuestras personalid­ades y el modo en que interactuá­bamos en escena. La película no intenta distraerte de los músicos; al contrario, hace que veas y sientas en todo momento a la gente que hay en el escenario».

El traje absurdamen­te grande que el cantante luce durante la in

terpretaci­ón de Girlfriend is better ha sido ahora reutilizad­o en uno de los clips promociona­les del filme. «El traje es ridículo, pero creo que también dice algo sobre la gente que se siente perdida dentro de un uniforme que le ha sido asignado; alguien que se siente atrapado en un trabajo, una carrera, un futuro que no ha elegido», reflexiona Byrne. En cualquier caso, no hay duda de que ese traje inspirado en parte en las vestimenta­s del teatro Noh japonés se ha convertido con el tiempo en un icono pop de primera.

La gira de Speaking in tongues documentad­a en Stop making sense fue la última de los Talking Heads, aunque el grupo siguió en activo durante siete años más y en ese tiempo grabó tres elepés. «Por supuesto, hubo ideas sobre cómo hacer [esos discos] en concierto, pero las cosas no siempre van como uno imagina», señala Harrison. Esa interrupci­ón de su actividad en directo impidió que llegaran a actuar alguna vez en España. «No sé por qué nunca tocamos allí –comenta Chris Frantz–. Creo que fue una cosa de nuestros agentes. Pensaban que el mercado español era algo así como el salvaje Oeste».

«Nuestros agentes pensaban que el mercado español era algo así como el salvaje Oeste»

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A la izquierda, Harrison, Byrne, Frantz y Weymouth, en septiembre. Bajo estas líneas, una imagen del filme.
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