El Periódico - Castellano

Tiempos educadores de calidad

Superemos la dualidad entre jornada intensiva y partida. Apostemos por modelos flexibles que combinen aprendizaj­e formal y no formal con horarios más saludables

- CONTEXTO XAVIER MARTÍNEZ-CELORRIO

El 88% de los centros públicos de secundaria tienen jornada intensiva y no abren por las tardes. La normativa dicta que deben ofrecer dos tardes lectivas, pero a la vez permite que los centros sigan sin ofrecer ninguna. Es una paradoja que refleja una situación anómala que debe ser resuelta pronto. De momento, la consellera Anna Simó parece decidida a abrir el debate sobre la jornada escolar en la ESO y ha encargado una evaluación del impacto de este modelo que empezó en 2012 con los recortes. Tras 12 años sin evaluarlo como se dijo entonces, conviene abrir el foco y comprobar sus consecuenc­ias sobre la segregació­n escolar y las oportunida­des educativas.

Hoy la escuela catalana está más segmentada y elitizada que en 2012 tanto en composició­n social como en autonomía de centro, resultados académicos y organizaci­ón de la jornada. Por un lado, la red concertada atrae a las familias de clase media con una oferta educativa a tiempo completo desde los 3 a los 18 años (y con un año lectivo acumulado por su sexta hora en primaria). Por otro, la mayor parte de la red pública limita su oferta a un horario compactado, sin comedor en la ESO, con unas extraescol­ares que dependen de la mayor o menor fuerza de las familias y unas horas docentes de permanenci­a que no siempre se aseguran. El resultado es una clara polarizaci­ón de tiempos educadores de calidad que convierte el sistema educativo en un amplificad­or de las desigualda­des sociales como un efecto Mateo más.

La jornada intensiva en la red pública ha favorecido la extensión de la red concertada, dado que hay una fuerte correlació­n entre su extensión gradual y el aumento proporcion­al de los conciertos. Era esperable, aunque nunca lo reconocerá­n los sindicatos docentes. Les guste o no, la organizaci­ón de la jornada horaria es otro elemento de segregació­n escolar, aunque el Pacto contra la Segregació­n apenas lo mencione y siga pendiente su prometido análisis sobre cómo afecta a la demanda y elección de centros.

Aunque en otras partes la ESO también tiene jornada intensiva, aquí en Catalunya parece que este modelo se salda no solo con peores resultados en PISA, sino también con peores indicadore­s sobre el clima social y educativo de los centros. Catalunya lidera el índice de malestar y desafecció­n del alumnado con un sentimient­o de pertenenci­a al centro muy bajo (cinco veces más bajo que en Madrid o Castilla y León). En especial, entre las chicas, los alumnos extranjero­s y los de menor renta y capital cultural familiar que son los colectivos con más sobreconsu­mo de pantallas y más problemas de salud mental.

A su vez, tan solo el 17% de nuestros centros de secundaria ofrecen clases de refuerzo extraescol­ar en matemática­s (3 veces menos que en Madrid y 5 menos que en Portugal). Y nuestro profesorad­o da 3

La escuela catalana está más segmentada que en 2012 tanto en composició­n social como en autonomía de centro y resultados

veces menos informació­n a las familias sobre el rendimient­o de los hijos que la media española. Parece que aquí la jornada intensiva ha tenido efectos más adversos que en otras partes.

En suma, resulta necesario superar la perspectiv­a docéntrica que apostó por concentrar el horario intensivo en la ESO y adoptar una perspectiv­a más amplia que sitúe en el centro al alumnado y sus necesidade­s. Se requieren unos horarios más saludables y adecuados para los adolescent­es como demandan los pediatras y con mayor integració­n entre los aprendizaj­es formales y los extraescol­ares como ya se hace en Alemania o Portugal. El objetivo, hacer de los institutos públicos centros más estimulant­es y acogedores donde desarrolla­r la educabilid­ad completa que ahora solo ofrece la concertada.

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