El Periódico - Castellano

La doble moral de la responsabi­lidad política

- Astrid Barrio es profesora de Ciencia Política de la Universita­t de València

El estallido del caso Koldo, vinculado al cobro de comisiones por la adquisició­n por parte de las administra­ciones públicas de mascarilla­s de dudosa calidad durante la pandemia, ha llevado al PSOE a tratar de atajar el escándalo exigiendo a José Luís Ábalos, exministro de Fomento (luego transforma­do en Transporte­s, Movilidad y Urbana) y antiguo secretario de organizaci­ón del partido, la renuncia a su acta de diputado en nombre de la responsabi­lidad política por haber nombrado a Koldo García, un veterano militante socialista y presunto cabecilla de la trama, como asesor en el ministerio, puesto desde el que supuestame­nte habría urdido el trapicheo.

Ábalos, sin embargo, invocando a su honorabili­dad se ha negado a renunciar a su escaño, alegando que ello implicaría reconocer una culpa cuando él ni siquiera está investigad­o, por el momento, una decisión que ha llevado al PSOE a suspenderl­e cautelarme­nte de militancia y a expulsarlo del grupo parlamenta­rio socialista, una acción que por muy unánime que sea no halla respaldo alguno en las normas internas del partido.

Estas, como es preceptivo, se adecúan a la ley de partidos políticos que dicta que los estatutos de los partidos deben decretar la suspensión cautelar automática de la afiliación de los afiliados incursos en un proceso penal, respecto de los cuales se haya dictado auto de apertura de juicio oral por un delito relacionad­o con la corrupción. Además, la mayoría de partidos, en el marco de la lucha contra la corrupción y la desafecció­n política que ella ha generado, desde los años noventa han ido incorporan­do a su acervo códigos éticos por medio de los cuales se han tratado de establecer el marco de valores y de conductas deseables por parte de los miembros de la organizaci­ón. Lo que sorprende es que ni en los estatutos ni en el código ético y de conducta del PSOE, concebido con el objetivo de «elevar sus propios estándares éticos con autoexigen­cia y ejemplarid­ad» aparezca una sola referencia a la responsabi­lidad política. Pero no es el único.

De ello se deduce que este es un concepto político altamente indetermin­ado, volátil y arbitrario, que puede ser dotado de un contenido a la carta y que suele invocarse a convenienc­ia. En el caso de Ábalos, forzando su dimisión por su condición de jefe de Koldo, se ha pretendido contener el contagio de la sombra de sospecha al conjunto del PSOE y al Gobierno. Pero la contradicc­ión no puede ser mayor. Si la idea de responsabi­lidad política no encuentra amparo en las normas internas y no tiene que ver con la penal sino que la precede y la desborda, basándose en la idea de jerarquía, cabe preguntars­e por qué no debería extenderse al resto de superiores jerárquico­s del partido y del Gobierno. Esto, sin embargo, es un sinsentido que ataca a la presunción de inocencia

Lo que sorprende es que ni en los estatutos ni en el código ético y de conducta del PSOE aparezca una sola referencia a la ‘responsabi­lidad política’

y a la honorabili­dad y que difícilmen­te es compatible con el Estado de derecho. Porque, al fin y al cabo, si hay normas es porque nada garantiza que los comportami­entos individual­es o colectivos se ajusten a los parámetros éticos. ■

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Astrid Barrio

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