Idles, vandalismo fino para salvar el mundo
Después de cuatro álbumes de pospunk aplastante, Idles quisieron moldear un poco el sonido en el quinto, y el resultado es Tangk, un disco, naturalmente, de pospunk aplastante. Con un goteo de matices aportado por Nigel Godrich, el hombre de Radiohead, de acuerdo. Pero los instintos no se aplacan así como así, y los de Bristol siguen siendo la bestia de cuatro cabezas (o cinco) que conocimos con Brutalism (2017), más si cabe en directo, donde proceden a conjurar la ira política y el amor a la humanidad (eso dicen) con una admirable combinación de vandalismo y precisión.
Dos años después llenar Razzmatazz, Idles duplicaron público en el Sant Jordi Club (entradas agotadas desde tres semanas atrás), dejando claro que en el mundo sigue habiendo lugar para el verbo punk: aquí, con rebotes de furia hardcore, disonancias guitarreras y aparato pesado en la sección rítmica (esos graves retumbantes). Y aunque Idea 01, la proa del nuevo disco, nos envolvió de saque con su piano fantasmal, aquello no tardó en estallar a costa de los rescates de Colossus, Mr. Motivator y la reciente
Gift horse, igualmente galopante.
Idles dominan su formulación sónica, inyectando tramas de guitarra chirriantes en Car crash o imponiendo un eco del rock industrial (sin serlo) en The wheels. En el subtexto, bofetadas a los
tories (Mother) e improperios hacia los privatizadores de la sanidad (la marcial Divide and conquer). Y en el megáfono, o casi, Joe Talbot, vociferando a placer y soltando eslóganes: «Viva Palestina», «Fuck the king» (varias veces).
Las novedades (que Godrich indujo en el estudio) fueron el énfasis electrónico de Pop pop pop, con su drone intimidante, que acabó zampándose la canción entera, y en esa liga, Dancer,
su entente con LCD Soundsystem. Pero la mejor carta fue Grace, un tema que aún manejando una insinuante línea melódica sigue sonando a Idles, con su bajo opresivo y esa polución ambiental (acentuado todo ello en la versión live).
Ceremonioso Talbot, sin llegar a sonar mesiánico al entonar ese estribillo que dice «ni Dios, ni rey / yo digo que el amor es la cuestión». Versos más o menos fraternales, cinco minutos antes de quemar las naves (Never fight a man with a perm, Danny Nedelko, Rottweiler) y recordándonos que Idles siguen siendo un atajo de bestias, aunque se enfunden el guante blanco y canten al amor universal. ■