El Periódico - Castellano

San Mamés no fue Corea

Anoche fue un barrio de Bilbao, San Mamés, un sitio de enorme deportivid­ad que se ensimisma cuando el contrario, en este caso el equipo de Xavi, se acerca peligrosam­ente a la meta.

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Anoche vino a ver el partido Alejo Stivel, el líder de Tequila, que prepara sus memorias y canta como los ángeles, sobre todo si gana el Barça. Como todos los músicos, desde Sabina a Los Secretos, tiene dentro de sí la melancolía que a veces tuvieron Los Beatles de Eleanor Rigby.

En su casa, en el caso de Stivel, esa melancolía junta a Mercedes Sosa con Julio Cortázar. Éste último decía, en un cuento famoso, No se culpe a nadie. Pero anoche estuvo a mi lado, mientras llorábamos por la lesión de Pedri, y llorábamos sobre el llanto de De Jong, y estuvo Stivel culpando al Barça de un juego sin premio, hecho para salir del atolladero pero corriendo el riesgo de no ser otra cosa que un amedrentad­o visitante de San Mamés. Como si tuviera miedo de San Mamés.

Cuando dijo esto último, que el Barça parecía tener miedo de San Mamés, al artista argentino, amigo de Messi y de tutti quanti, se le vino a la memoria una frase legendaria dicha tras un partido más duro que este, jugado entre los mismos equipos, por Bernd Schuster, el legendario futbolista azulgrana que también fue blanco y rojiblanco.

Cortesía a Pedri y De Jong

Después de un encuentro jugado a cara de perro, en el que los vascos y los catalanes (digámoslo así) estuvieron a punto de llegar a las manos, el extraordin­ario futbolista alemán, que tenía esas salidas, se puso ante los micrófonos y dijo lo que después fue leyenda: «San Mamés no fue Corea».

Anoche fue un barrio de Bilbao, San Mamés, un sitio de enorme deportivid­ad que se ensimisma cuando el contrario, en este caso el equipo de Xavi, se acerca peligrosam­ente a la meta. Cada vez que esto ocurría, y fue como seis veces, el graderío, hecho de gente que había aplaudido con ánimo de cortesía a Pedri y a De Jong, ambos inhabilita­dos para el juego por lesiones que los llenaron de lágrimas, hacía un silencio pleno de gritos y silbidos que no parecían un homenaje sino la invitación al desestimie­nto del contrario. Ante eso el Barça fue caballeros­o: siguió jugando, de modo que ese lado Corea del que hablaba Schuster, y del que me informaba Alejo, no surgió por ninguna parte.

Tampoco hizo su aparición el genio, ni de un lado ni del otro; a lo mejor Corea, que aquello fuera Corea, pudo haber sido más divertido. Vi el otro día el Athletic-Atlético, y aquello sí que fue Corea, pero del sur: desde el principio el equipo de Valverde se puso a pasar y a jugar hasta que el cuadro al que le falta Griezmann dio noticias de sus enormes carencias.

El beneficio de la duda

El Barça de anoche pudo ganar, más que el Athletic, y no lo digo porque yo sea azulgrana, sino porque me pareció que el trenzado futbolísti­co de mi equipo era más grato, más potente, más ingenioso. Pero como ninguno de los dos ganó, y ninguno de los dos puede presumir de haber podido hacerlo, creo que este Barça se merece el beneficio de la duda, y un aplauso, hecho además lágrima y afecto por aquellos dos que se fueron, de veras, llorando.

San Mamés no fue Corea. Fue, simplement­e, el campo del que vinieron Iribar y Garay, y esa es la fuente que mana y corre a favor del fútbol.

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Juan Cruz

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