El Periódico - Castellano

Amnistía, Koldo y rock and roll

Si las previsione­s se confirman y se aprueba el texto de la ley, empezará la segunda parte de la guerra sucia que ha emprendido la España reaccionar­ia, tanto en el ámbito político como en el judicial

- Pilar Rahola

Este caso es el verdadero agujero negro que puede tragarse a Pedro Sánchez, porque ni se saben las dimensione­s de la catástrofe, ni a cuántos líderes socialista­s puede hundir

Dos noticias que permiten especular sobre una tercera: la primera, que el PSOE dijo que no convocaría la comisión de justicia para aprobar el texto de la ley de amnistía si no había acuerdo, dado que no quería someterse a una nueva derrota; la segunda, que el presidente de la comisión, Francisco Lucas, ya ha puesto fecha, el próximo jueves. Ergo, si anda como un pato y dice cuac, cuac, debe de ser un pato, o un acuerdo definitivo de amnistía.

En todo caso, quedan pocas horas para saber si el PSOE se ha mantenido en las excepciona­lidades conocidas –terrorismo y traición–, o ha aceptado la exigencia de Junts de plantear un texto integral, que no dejara a ningún represalia­do fuera de la amnistía. La prisa en la fecha de la comisión y las conclusion­es favorables de la Comisión de Venecia hacen creer que esta segunda opción ha ganado y que finalmente el acuerdo será completo. A estas alturas, y a la espera de la letra pequeña, los interrogan­tes se centran más en la retórica: qué juegos de palabras y qué circunloqu­ios se usarán en el texto para que parezca que Sánchez no ha cedido en lo que habrá cedido. Pero, más allá de los juegos malabares previsible­s, no parece que tenga que haber sorpresas. A Junts le hace falta una amnistía sin grietas, y al PSOE le hace falta que la alianza con Junts tampoco tenga grietas; y de las necesidade­s mutuas, la política hace virtudes.

A partir de aquí, si las previsione­s se confirman y se aprueba el texto, empezará la segunda parte de la guerra sucia que ha emprendido la España reaccionar­ia, tanto en el ámbito político como en el judicial. Se prevén semanas de ruido bronco, con la banalizaci­ón del terrorismo como vergüenza máxima del relato público. Por cierto, y como pregunta tonta, ¿si el PP avala la tesis del terrorismo respecto a Puigdemont, quiere decir que cuando Feijóo insinúa un indulto estaría indultando un terrorista? ¿Y se podría indultar un terrorista, pero no amnistiarl­o? Nada, las incongruen­cias insoportab­les de un planteamie­nto perverso que ha jugado política y frívolamen­te con un concepto tan terrible.

Pero, y a riesgo de caer en el pecado de la ingenuidad –que es un pecado capital en un opinador–, parece probable que el PP deje la guerra contra la amnistía en manos de los jueces patriótico­s, y baje dialéctica­mente algunos decibelios, para aumentarlo­s en el provechoso caso Koldo/Ábalos. Feijóo necesita debilitar esta mayoría transversa­l y periférica que ha investido a Sánchez como presidente, y está demostrado que la amnistía no da tantos réditos como la corrupción. Como se vio en las elecciones gallegas, la guerra contra la amnistía solo interesa en el Madrid irredento, pero fuera de este centro mediático que irradia tanta toxicidad, ni es un tema preocupant­e, ni un tema central. Al contrario, se ha normalizad­o de tal manera en la ciudadanía española que ha dejado de ser un problema para mucha gente. Además, el PSOE ya se ha desgastado todo lo que podía en este tema, y no ha sido un desgaste fulminante.

Pero el escándalo Koldo es otra cosa, porque tiene todos los elementos para la tormenta perfecta: un tema sensible y dramático, el confinamie­nto; unos presuntos corruptos de baja estofa, que darán alegrías tertuliana­s considerab­les; y una cantidad notable de cargos socialista­s que pueden quedar salpicados en mayor o menor medida. Entre otros, el presidenci­able Salvador Illa, esperanza blanca del socialismo español en la preciada pieza electoral catalana. Además, el escándalo es tan feo y está tan lleno de bombas retardadas, que pueden ir estallando durando bastante tiempo, que darán una permanente munición al PP. Este es el verdadero agujero negro que puede tragarse a Pedro Sánchez, porque ni se saben las dimensione­s de la catástrofe, ni a cuántos líderes socialista­s puede hundir. De momento, ya ha devorado a Ábalos, dejando una enorme herida dentro del PSOE.

Es cierto que resulta muy sospechoso que haya estallado en un momento tan adecuado para el PP, y ya son demasiadas las coincidenc­ias entre el calendario político y el calendario judicial. Pero si con la amnistía el PSOE podía acogerse a la perfidia del lawfare, con el caso Koldo ha tocado el hueso de la corrupción, y aquí no hay mucho juego. No olvidemos que con Roldán empezó el naufragio de Felipe González, y el caso Koldo parece un Roldán 2.0.

Pilar Rahola es periodista y escritora

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Leonard Beard
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