El Periódico - Castellano

Obligados a comer pienso

En Gaza no hay comida «de verdad». En el castigado norte no es suficiente la escasa ayuda humanitari­a que llega. Más del 80% de las personas en riesgo alto de morir de inanición en el mundo se encuentran en la Franja, según Naciones Unidas.

- ANDREA LÓPEZ-TOMÀS

A Rajaa Abu Jasser le da un poco de apuro compartir el plato con el que alimentó a sus hijos el otro día. «Me quedaba un poco de pan, así que mis hijas prepararon salsa para mojar, mezclaron mayonesa y kétchup, y comieron eso», explica esta madre de cinco criaturas. «No es una muy buena alternativ­a, pero es lo que tenemos», reconoce. En la Franja de Gaza, no hay comida. Y aún menos, en el castigado norte, desde donde habla Abu Jasser y donde no alcanza la poca ayuda humanitari­a. En la Franja de Gaza, lo que sí que hay es un ejército de estómagos rugientes. Chillan con tal desesperac­ión que son lo más parecido a un aullido colectivo. Más del 80% de las personas en todo el mundo con riesgo alto de morir de inanición se encuentran en este pequeño enclave a orillas del Mediterrán­eo, según Naciones Unidas. Son decenas de miles, centenares de miles de barrigas atormentad­as sin poder comer.

En casa de los Abu Jasser hace tiempo que no prueban ni la verdura ni la fruta fresca. «Es realmente difícil conseguir comida», confiesa esta profesora de inglés de una escuela de Naciones Unidas. Parece mentira que la guerra haya traído al menú diario los caprichos de los días festivos. «Ahora solo comemos dulces o frutos secos, cualquier cosa que podamos encontrar que vendan en la calle o en las tiendas, pero no hay comida de verdad», reconoce a este diario a través de notas de voz, en medio de los constantes cortes de las comunicaci­ones a los que ha estado sometida la Franja desde el pasado 7 de octubre. La realidad de Rajaa es la de 2,3 millones de personas. Según la ONU, un 94% de la población raciona las porciones o pone menos comida a los adultos para que no le falte a los niños.

Según la ONU, un 94% de la población raciona las porciones de alimentos Los niños ya han empezado a morir de hambre y deshidrata­ción, denuncia la OMS

«Sin leche ni huevos»

«Desde hace 150 días, mis hijos no reciben suficiente nutrición, vitaminas ni ningún tipo de proteína, ya que no encuentro leche ni huevos, ni queso ni nada», cuenta la también coordinado­ra administra­tiva del proyecto Hands Up. «Intenté buscar algunos suplemento­s de vitaminas para ellos en las farmacias, pero es imposible», reconoce. Hace semanas que las organizaci­ones humanitari­as alertan de la catástrofe humanitari­a que acecha a Gaza. Tras el ataque de Hamás del 7 de octubre, Israel no sólo empezó a bombardear el enclave en una campaña militar sin precedente­s en la historia reciente, sino que también impuso un asedio total sin alimentos, ni agua, ni electricid­ad, ni apenas ayuda. Ambos duran hasta el día de hoy. Los niños ya han empezado a morir de hambre y deshidrata­ción, según han denunciado la Organizaci­ón Mundial de la Salud (OMS) y funcionari­os palestinos.

La trágica situación, avivada por un hambre feroz, ha acabado desembocan­do en una ruptura del frágil orden público que queda entre los escombros. Decenas de personas se lanzan a los camiones con ayuda humanitari­a que alcanzan el norte, abandonánd­ose al caos y a la violencia por un saco de harina. Los tanques israelíes no han dudado en atacar a estas multitudes hambrienta­s, tiñendo de sangre las cajas de alimentos, como ocurrió la semana pasada.

Entregas interrumpi­das

El Programa Mundial de Alimentos (PMA) ha pausado sus entregas en el norte del enclave mientras no pueda garantizar la seguridad de quienes dan la ayuda y quienes la reciben. Países como Estados Unidos, Egipto, Jordania o Emiratos Árabes Unidos lanzan la comida desde el cielo. Jóvenes y mayores se arrojan al mar para conseguir el paquete atado a un paracaídas que amanse sus estómagos durante unas horas.

En apenas cinco meses, los ataques israelíes han arrasado con 30.631 vidas y hay otros miles más de ellas que llevan semanas bajo los escombros. El asfixiante asedio ha provocado una caída hacia la hambruna inédita en tan poco tiempo.

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AFP Yazan al-Kafarneh, un niño palestino de diez años, en la clínica Al-Awda, en Rafah, el pasado febrero.

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