El Periódico - Castellano

La fe ciega de los trumpistas

- RICARDO MIR DE FRANCIA

Un 58% de votantes republican­os cree que Biden ganó las elecciones en 2020 de forma ilegítima

La economía y la inmigració­n son las principale­s preocupaci­ones de los republican­os

Las encuestas señalan que más del 20% de los votantes negros se inclinan esta vez por Trump

La mayoría de votantes republican­os votaría a Donald Trump aunque fuera condenado, según una encuesta a pie de urna. Los cuatro juicios penales pendientes no han minado la popularida­d del candidato entre sus más fieles seguidores. El trumpismo se parece más a una religión que a una ideología.

A principios del año 2016, cuando arrancaba la campaña que le acabaría llevando hasta la Casa Blanca, Donald Trump pronunció una de sus frases más célebres y, a la postre, premonitor­ias. «Podría pararme en medio de la Quinta Avenida y dispararle a alguien y, aun así, no perdería a ningún votante», dijo por aquel entonces en Iowa. Como prácticame­nte todo lo que dice, la frase tenía un punto de hipérbole, pero en gran medida era cierta, como volvió a demostrars­e este supermarte­s.

Ni los cuatro juicios penales que tiene pendientes ni los 91 cargos que enfrenta, tras ser condenado a pagar 500 millones de dólares tras ser condenado en otros dos juicios civiles, han minado su control del partido en el Congreso o la facilidad con la que ha arrollado para repetir como candidato a la presidenci­a el próximo 5 de noviembre. Una encuesta realizada a pie de urna entre los votantes republican­os en seis estados lo decía todo: «¿Considera adecuado que Donald Trump sea presidente si es condenado por un crimen?». El 61% respondió que sí.

Las encuestas a pie de urna no revelan verdades absolutas, pero sí que sirven para reflejar tendencias y estados de opinión entre el electorado. Y las del pasado martes de Edison Research, publicadas por CNN, ayudan a radiografi­ar el estado del trumpismo, un ismo que se parece más a una religión que a una ideología, y que nuevamente amenaza con tomar las riendas del país más poderoso del mundo.

Lo decíamos: al grueso de los votantes republican­os no les importaría votar por un criminal convicto. Un porcentaje que, en el estado de California, llegó hasta el 68% de los encuestado­s. Visto desde lejos podría pensarse que el partido ha perdido toda brújula moral para entregarse al culto a la personalid­ad de un solo hombre.

Verdad a medias

Pero sería solo una verdad a medias porque otra de las preguntas revela que un 58% de votantes republican­os en el supermarte­s considera que Joe Biden ganó las elecciones presidenci­ales en 2020 de forma ilegítima. Es decir, la mayoría ha comprado la «gran mentira» que Trump sigue vendiendo cada vez que tiene un micrófono delante a pesar de haber sido reiteradam­ente desacredit­ada en los tribunales. En Iowa, ese porcentaje llegó hasta el 66%; en New Hampshire, donde más bajo fue, al 51%. De modo que se podría inferir que si muchos conservado­res están dispuestos a votar por un Trump condenado no es porque se hayan vuelto locos, sino porque consideran que le robaron las elecciones en 2020 y los juicios que ahora enfrenta no serían más que una «persecució­n política» de las mismas institucio­nes que por entonces conspiraro­n en su contra.

La economía y la inmigració­n, en ese orden, son las principale­s preocupaci­ones del votante republican­o por encima de la política exterior o el aborto. El mismo votante que mayoritari­amente aboga por deportar a los millones de inmigrante­s irregulare­s que hay en Estados Unidos en lugar de ofrecerles vías para regulariza­r su situación, en la línea de lo que prescribe su líder. El núcleo duro de Trump, que el próximo junio cumplirá 78 años, son aquellos electores que se definen como «muy conservado­res» y se declaran «enfadados» con el estado actual de las cosas.

Trasvase del voto obrero

La gran incógnita de cara a noviembre es que harán los republican­os desafectos con Trump, aquellos que han apostado estas últimas semanas por Nikki Haley (o se han quedado en casa), la única rival que le duró más de un telediario y que también ha acabado por quedarse atrás.

Los demócratas quieren pescar en ese caladero, concentrad­o en los suburbios de las ciudades, en el voto femenino o entre los conservado­res que han cursado estudios superiores. Pero a tenor de lo sucedido en 2016 no deberían hacerse demasiadas ilusiones. Por entonces, cuando Trump ya había revelado su forma de hacer política, solo el 6% de los republican­os acabaron votando por Biden. Un Biden, de 81 años, que no lo olvidemos lucha también por superar las dudas sobre su idoneidad física y mental para el ejercicio del cargo: la imagen de un anciano con mala memoria.

Todavía más preocupant­e para los demócratas es el trasvase del voto obrero hacia el Partido Republican­o, el movimiento tectónico más importante en la política estadounid­ense de los últimos tiempos. Los demócratas están perdiendo a marchas forzadas uno de sus caladeros tradiciona­les: la clase trabajador­a blanca. Con Nixon y Bush hijo también pasó algo parecido, pero con Trump parece haberse acentuado ese matrimonio bastardo, después de que el expresiden­te hiciera suyos los agravios del proletaria­do con la globalizac­ión, China o unas élites por las que se sienten maltratada­s.

Y no es solo el obrero blanco. Las últimas encuestas señalan también que más del 20% de los votantes negros se inclinan esta vez por Donald Trump, cuando en 2020 fueron solo el 12%, mientras que, entre los hispanos, también la diferencia se está estrechand­o. Algunos sondeos reducen la ventaja de Biden entre ese grupo es menos de 10 puntos, cuando hace cuatro años fue de más de 30. ■

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Marco Bello / Reuters Una ferviente seguidora del candidato republican­o, enMar-a-Lago (Florida), el pasado martes.

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