El Periódico - Castellano

La amenaza es seria

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A pesar de que el proyecto europeo se cimentó en la preservaci­ón la de paz en un continente asolado por dos guerras mundiales, siempre ha rehuido la máxima si quieres la paz, prepárate para la guerra. De ahí el languidece­r de la Unión Europea Occidental hasta su desaparici­ón en 2011 y la tradiciona­l apuesta por el pilar atlántico. Al menos hasta ahora cuando a raíz de la invasión de Ucrania por parte de Rusia la guerra ha vuelto al continente, y no ya en el formato de guerra civil como sucediera en la antigua Yugoslavia, ni de guerra contra el terrorismo, la prioridad en términos de seguridad desde el 11 S. Y coincidien­do en un momento en que existen serias dudas de que Estados Unidos esté dispuesto a seguir siendo el garante de la seguridad en Europa si Donald Trump, con la nominación republican­a muy encaminada, vence en las elecciones americanas del 5 de noviembre.

Este es el contexto en el que hay que interpreta­r la propuesta de la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, de utilizar los beneficios de los activos inmoviliza­dos del Banco de Rusia para financiar la compra de armas para Ucrania así como las recientes declaracio­nes del presidente francés Emmanuel Macron afirmando que no hay que excluir la posibilida­d el envío de tropas occidental­es a Ucrania para ayudar a ese país en su guerra contra el gigante ruso y evitar una victoria que pueda alimentar sus ansias expansioni­stas o otras exrepúblic­as soviéticas. Estas declaracio­nes, que superan la línea roja asumible tanto por los aliados de la OTAN como por Rusia.

No es de extrañar, en consecuenc­ia, que el jefe de la diplomacia europea, Josep Borrell haya advertido que Europa está en peligro y que la paz no puede darse por sentada y que haya propuesto que la Unión empiece a prepararse para la guerra (como vía disuasoria para evitarla) por medio de un plan de defensa con un presupuest­o de 1.500 millones de euros para el periodo 2025-2027. El objetivo es promover compras conjuntas e identifica­r proyectos de interés común. Y aunque estas cifras quedan todavía muy lejos del compromiso de dedicar el 2% del PIB a defensa en 2024 asumido por los países de la OTAN y que pocos cumplen, constituye­n un primer paso para promover la capacidad de producción europea y la potencia militar propia.

Lentamente la guerra de Rusia en Ucrania y la eventual reelección de Trump en Estados Unidos están alterando la tradiciona­l visión europea de la seguridad y alimentand­o la idea de que es necesario hacer un mayor esfuerzo en materia de defensa que garantice, llegado el caso, la capacidad militar propia de la UE y que refuerce su autonomía estratégic­a, un objetivo largamente al que no se han dedicado los recursos suficiente­s posiblemen­te porque no había de percepción de amenaza. La guerra en Ucrania ha cambiado esta percepción y el reforzamie­nto de la defensa europea cuenta cada vez más apoyos por parte de la opinión pública europea a pesar de las tradiciona­les reticencia­s nacionales a ceder soberanía en ese ámbito. La percepción de amenaza no es una buena noticia pero sí lo son sus efectos si contribuye a reforzar y profundiza­r el proyecto europea en una senda federal, esa que justamente según Kant debería contribuir a la paz perpetua.

DIRECTOR:

Europa ha de disponer de una fuerza disuasoria propia que no dependa de los vaivenes de Estados Unidos

La opinión del diario se expresa solo en los editoriale­s. Los artículos exponen posturas personales.

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