El Periódico - Castellano

La convenienc­ia de Sánchez

El Gobierno interpreta interesada­mente la Comisión de Venecia

- Nacho Martín Blanco

En los últimos días hemos conocido, a través de los medios de comunicaci­ón, el borrador de dictamen de la Comisión de Venecia sobre la llamada ley de amnistía, un proyecto de opinión elaborado –a petición del Senado– por este órgano consultivo del Consejo de Europa. Su publicació­n –previa filtración interesada del Gobierno, ante el inminente segundo debate sobre la proposició­n de ley en el Congreso– ha suscitado una encendida polémica en torno al contenido del borrador, con lecturas diametralm­ente opuestas de partidario­s y detractore­s de la amnistía.

El Gobierno ha intentado presentar como opinión definitiva lo que es solo un borrador, y lo ha hecho promoviend­o una interpreta­ción interesada y manifiesta­mente torticera de lo que dice la Comisión de Venecia y tratando de convencer a la opinión pública de que esta avala la amnistía. Sin embargo, la lectura atenta del borrador solo admite una interpreta­ción desfavorab­le a los intereses del Gobierno tanto por razones de forma como de fondo, de ahí que resulte tan descabella­da la pretensión del Gobierno de blandir el borrador como espaldaraz­o a su ley. Veamos.

El borrador aporta, entre otras, una razón fundamenta­l que debería bastar para echar por tierra la llamada ley de amnistía, y es que la comisión deja claro que, por su inmenso alcance político y social, una ley de estas caracterís­ticas nunca debería tramitarse por la vía de urgencia, como se ha hecho.

Vía cuestionad­a

La comisión constata la división política y social en torno a la amnistía que observó en su reciente visita a España y cuestiona la vía elegida para la tramitació­n parlamenta­ria del texto, que se registró como proposició­n de ley del grupo socialista en el Congreso y no como proyecto de ley del Gobierno, soslayando así la exigencia de informes preceptivo­s como el del Consejo General del Poder Judicial, exigencia democrátic­a que habría dilatado el trámite parlamenta­rio más de lo que sus impulsores quisieran, pero que sin duda habría preservado nuestro Estado democrátic­o de derecho de la erosión que viene sufriendo al calor del trámite parlamenta­rio y el debate político en torno a la amnistía. De hecho, la comisión recomienda que una ley de semejante trascenden­cia política y social se articule, en todo caso, mediante una reforma constituci­onal y las correspond­ientes mayorías cualificad­as, porque solo así podría conjurarse el riesgo cierto de fractura en el seno de una sociedad como la española, que muy mayoritari­amente rechaza una ley que supone un torpedo en la línea de flotación del sistema de derechos y libertades surgido de la Transición.

Si de verdad respetara la opinión de la Comisión, el Gobierno debería retirar su ley y empezar de cero, siguiendo las recomendac­iones de la Comisión de Venecia. Ni que decir tiene que no lo hará, lo cual volverá a constatar que el objetivo del Gobierno no es la convivenci­a ni la cohesión social, sino únicamente aferrarse al poder de la mano de sus socios y en contra de la inmensa mayoría de los españoles. ■

Nacho Martín Blanco es diputado por el PP en el Congreso de los Diputados

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Fernando Villar / Efe Miembros de la Comisión de Venecia, en el Congreso.
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