Una Julianne Moore simplemente imperial
Julianne Moore es casi sinónimo de cine, pero ni siquiera la actriz fetiche del adorado autor Todd Haynes es extraña a la televisión: se curtió a conciencia en un culebrón ( As the world turns),
se dejó ver en un telefilme lovecraftiano ( Hechizo letal, de 1991) y debutó en el cine... en el spin off de una serie ( Cuentos desde la oscuridad).
E incluso después de trabajar con Robert Altman y los Coen y Paul Thomas Anderson y básicamente todos los mejores cineastas estadounidenses, quiso aparecer en una gran racha de episodios de Rockefeller Plaza o protagonizar la miniserie La historia de Lisey.
Por eso no debería sorprendernos, o hacerlo relativamente, ver a Moore protagonizando la miniserie Mary & George, sobre todo si tenemos en cuenta que últimamente el prestigio se consigue abrazando la narración serializada, en lugar de evitándola o considerándola un último recurso. Actrices y actores más allá de la treintena llevan décadas encontrando aquí grandes papeles, ofertas más sustanciosas que cualquier rol secundario en el complejo industrial del cine superheroico.
El personaje que le ofrecía Mary & George era indeciblemente tentador: Mary Villiers, aquella mujer de orígenes humildes que, a base de maniobras oscuras, acabó medrando en la alta sociedad y la corte de la época jacobina; hoy en día se la conoce como la condesa de Buckingham. Uno de sus útiles en ese ascenso fue su propio hijo George (Nicholas Galitzine), al que educó y manipuló para que se convirtiera en amante del rey Jacobo VI de Escocia y I de Inglaterra (Tony Curran, el Van Gogh de Doctor Who).
En el primer episodio vemos a Mary enviar a su George a Francia, donde el libertinaje campa a sus anchas y la serie se convierte en Versalles. Ella se quedará en casa buscando a un marido que le permita seguir escalando posiciones, por pequeñas que sean. Aunque perfectamente ingenuo en un principio, George va adquiriendo autonomía y empieza a querer hacerse valer como algo más que una cara bonita, lo que no gusta del todo a su madre.
Creada por el dramaturgo D. C. Moore (episodios de Killing Eve o Temple) a partir de un libro de no ficción de Benjamin Woolley, la serie cuenta con un interesante director principal: Oliver Hermanus, quien ya exploró sexualidades clandestinas y deseos reprimidos en películas como la premiada en Cannes Belleza o Moffie. Pero, a pesar de este pedigrí, Mary & George no se distingue en exceso de tantas otras intrigas palaciegas movidas por pulsiones sexuales y ansias de poder, unas y otras inextricablemente ligadas; casi cada acto sexual es una estrategia más que un arrebato.
El mayor gancho acaba siendo, sin sorpresas, el trabajo de Moore como Villiers, todo inteligencia sibilina y frialdad cortante, aunque tampoco se puede olvidar la labor de Niamh Algar ( Censor) como Sandie, dueña de burdel que se hace con algo más que el cuerpo de Mary. Son actrices capaces de elevar el material por encima de lo simplemente genérico y hacer que en la pantalla salten chispas de diversa categoría.
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