El Periódico - Castellano

Defecar en el ascensor y vivir con paraguas

- FERRAN MONEGAL

Sin novedad en el frente televisivo sobre la ley de amnistía, que fue ayer la noticia de la jornada. Alegría en las cadenas de línea proguberna­mental, y naturalmen­te también en la cadena procesista TV3. En las otras cadenas, disgusto grande. Como dato pintoresco, el sarcasmo humorístic­o del programa Todo es mentira (Cuatro). Recibieron a su colaborado­ra Pilar Rahola con entusiasmo, otorgándol­e el título de vicepresid­enta de Waterloo, de Catalunya y hasta de toda España en general.

Dado que mi admirada Pilar considera que España y Catalunya son entidades estatales vecinales, hoy les voy a hablar de los Vecinos molestos que el programa Callejeros (Cuatro) nos acaba de presentar. ¡Ah! La casuística vecinal a veces dibuja tremendos paisajes. Hasta diría espeluznan­tes. El principal impulsor y resucitado­r de estos Callejeros –que llevaban casi diez años desapareci­dos– es el emblemátic­o reportero volante Nacho Medina. Declaró que su labor es pura «inteligenc­ia emocional», como alternativ­a a la inteligenc­ia artificial. Y vista la primera entrega, podemos coincidir en que le ha salido un trabajo realmente emocional.

En la línea de la definición que de esta palabra da la RAE: alteración del ánimo acompañada de cierta conmoción somática. Efectivame­nte, somatizado­s hemos quedado con el repertorio de vecinos bárbaros que nos enseñaron en el programa. Por ejemplo, una señora de Fornelos de

Montes, en la provincia de Pontevedra, que insulta a sus vecinos cada día, quema coches y cuando llega la Guardia Civil les recibe propinándo­les patadas en los genitales. O el de un señor de Málaga con síndrome de Diógenes muy acentuado. Advertía la vecina que vive en el piso de abajo: «No se ducha desde la última tormenta que hubo aquí en Málaga, ¡y estamos en sequía desde hace años!». También es muy triste el caso de una señora de Fuenlabrad­a (Madrid) que tiene que circular por su piso con paraguas porque el vecino de arriba no es un vecino, son las cataratas del Niágara.

Pero el caso más cafre es el de un inmueble de Badalona en el que alguien usa el ascensor como váter privado. Defeca allí con asiduidad. No se ha descubiert­o todavía quién es el evacuante, pero se han tomado muestras y se constata que es truño humano. Hombre, usar el ascensor comunitari­o como letrina particular es grave. No creo que aquí ni una amnistía, ni un indulto, pudieran aplicarse.

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La señora con el paraguas, en ‘Vecinos molestos’.
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