El Periódico - Castellano

¿Solo 40 horas?

La reducción de la jornada laboral es imprescind­ible para ampliar el tiempo libre, pero para asegurar que este se convierte en tiempo de calidad habrá que abordar las políticas de conciliaci­ón.

- P Marta Rosique es periodista y politóloga

Reducir la jornada laboral ha conseguido tal consenso que incluso la derecha ha optado por una abstención en la votación de la propuesta en el Congreso. Es arriesgado cuestionar que 40 horas son abusivas para compatibil­izar el trabajo remunerado con otros compromiso­s. Ahora bien, antes de reducir horas, quizás convendría que nos aseguráram­os de las horas reales que destinamos diariament­e al trabajo. Nos sorprender­á darnos cuenta que dedicamos mucho más que ocho horas en el día, aunque el salario no se vea en ningún caso incrementa­do.

Más allá de las horas extras no remunerada­s y sorprenden­temente normalizad­as, lo cierto es que todos destinamos todos los ratos libres de la semana al trabajo. Cuando se supone que no estamos trabajando, seguimos trabajando. Incluso, cuando no somos consciente­s. Respondemo­s al móvil fuera de horas, hacemos cursos (que se nos anima a hacer) para devolver los aprendizaj­es al puesto de trabajo, convertimo­s nuestro listado de amistades en una cartera de clientes, vinculamos nuestras aficiones a nuestra dedicación laboral... Sin darnos cuenta, nos hemos convertido en un producto mercantil más y hemos cedido nuestra vida al trabajo asalariado.

Doble carga

Esta realidad no es ninguna novedad para las mujeres, que todavía hoy arrastramo­s una doble carga laboral: laqueasumi­mosconunco­ntratoyla que arrastramo­s por el simple hecho de ser mujeres, sin esperar ninguna remuneraci­ónacambio.Conestaseg­undamerefi­ero,comosepued­eintuir,alastareas­decuidados:eltrabajo doméstico y de atención a las personas. Evidenteme­nte, este segundo trabajo es incompatib­le con las otras actividade­s que necesitamo­s fuera de horas para ser un factor atractivo en nuestro puesto de trabajo.

El tiempo no es infinito. Ni es compatible quedar a tomar algo para reforzar el vínculo con los compañeros si se tiene que tener cuidado de los hijos, ni es compatible hacer cursos adicionale­s si se tiene que limpiar el hogar. Aquel que lo compatibil­iza es aquel que o bien rehuye los compromiso­s o bien delega estas tareas en alguien externo. De este modo, quien tiene esta doble carga se ve obligada a dejar pasar al resto y ver cómo, a pesar de que lleve más años trabajados, son los otros quienes más cobran y más estabilida­d laboral tienen. Es precisamen­te así como se acentúa la brecha salarial, se solidifica el techo de cristal, se retrasa la edad de procrear y se reduce la natalidad.

El Día de la Mujer Trabajador­a es un buen día para hablar abiertamen­te de estos espacios informales y vinculados al mundo laboral que poco a poco se han normalizad­o y que han contribuid­o a acentuar la desigualda­d entre hombres y mujeres. La reducción de la jornada laboral y la reforma horaria son imprescind­ibles para ampliar el tiempo libre, pero para asegurar que este se convierte en tiempo de calidad habrá que abordar en paralelo las políticas de conciliaci­ón.

Todo esto, sin olvidar que esta inestabili­dad laboral que nos hace dependient­es está diseñada ad hoc por el sistema económico en que vivimos. Hasta que no repensemos la forma de producir y de vincularno­s al trabajo no conseguire­mos el tiempo de calidad que merecemos.

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Marta Rosique

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