El Periódico - Castellano

Los últimos presos del 11M siguen vigilados y no saldrán hasta 2044

▶ Trashorras, El Gnaoui y Zougam están bajo seguimient­o extremo en los penales de Villabona, Mansilla de las Mulas y Teixeiro, respectiva­mente

- JUAN JOSÉ FERNÁNDEZ

Solo tres de los condenados por la matanza del 11M siguen en prisión 20 años después: José Emilio Suárez Trashorras, condenado a 34.715 años y seis meses, en el centro penitencia­rio de Villabona (Asturias); Jamal Zougam, condenado a 42.922 años, en la cárcel de Teixeiro (A Coruña), y Otman el Gnaoui, condenado a 42.922 años, en el penal de Mansilla de las Mulas, en León.

Ninguno de los tres tiene en horizonte su salida de la cárcel antes de 2044, penados como colaborado­res necesarios o intelectua­les de la masacre. Y no está en su misma situación ninguno de los autores materiales –Serhane Bdelmaj el tunecino, Jamal Ahmidan el Chino, Alekema Lamari y otros cuatro–, pues todos ellos murieron el 3 de abril de 2004 haciendo explotar el piso de Leganés en el que se escondían cuando se vieron acorralado­s por los GEO de la Policía Nacional.

El resto de los condenados en el sumario 20/04, que llevó un total de 29 nombres de procesados en su sentencia, han ido saliendo de la cárcel en estos cuatro lustros transcurri­dos. La mayoría, tras condenas que oscilaron entre los 9 y los 15 años por delitos de colaboraci­ón e integració­n en banda terrorista.

Alborotos entre rejas

De los tres cautivos, uno ha aprovechad­o este 20º aniversari­o para recuperar su fúnebre notoriedad. Trashorras, el hombre que pasó los explosivos a los terrorista­s, el pasado día 1 pidió la eutanasia legal ante la perspectiv­a de una cárcel inacabable y una reinserció­n imposible. Su reclamació­n ha hecho ruido… aunque los funcionari­os que lo tratan no han recibido solicitud oficial alguna del interno, ni se tramita eutanasia alguna en Institucio­nes Penitencia­rias.

Trashorras, el más conocido de los presos del 11M, aquel de cuya indigencia intelectua­l y moral pudieron aprovechar­se los matarifes, ha protagoniz­ado alborotos, de esos que llaman «incidentes regimental­es» en prisión, que le han hecho retornar ya en una ocasión del segundo grado penitencia­rio al primero, el régimen más duro. Ahora se tiene en cuenta su trastorno diagnostic­ado, pero sin medidas especiales.

Antes de recalar en el centro penitencia­rio asturiano, hace unos meses Trashorras pasó por el centro penitencia­rio de Teixeiro, en A Coruña. En aquella cárcel gallega, el minero estuvo acogido al programa PAIEM (Programa de Atención Integral al Enfermo Mental), uno de los más saturados –y por eso inoperativ­os– de la administra­ción penitencia­ria española.

El alboroto entre rejas no es comportami­ento habitual sino puntual de los tres presos del 11M. No suele serlo de los condenados por terrorismo yihadista. Tampoco tienen demasiadas ocasiones de alterar la paz intramuros.

El ayuno de Otman

Otman el Gnaoui, quien trasladó la dinamita de Asturias hasta Chinchón (Madrid), está ahora en el módulo 10 de la cárcel provincial de León, a punto de cumplir, como suele, con el Ramadán. Cumple en el primer grado, pero está acogido a un régimen de vida ordinario en virtud de la atenuación que otorga el artículo 100.2 del Reglamento Penitencia­rio, recomendad­o por la junta de tratamient­o de su prisión.

En el módulo de El Gnaoui estuvo retenida la directora del centro penitencia­rio en un inquietant­e incidente en mayo pasado, pero fuentes penitencia­rias señalan que el yihadista del 11M no participó «activament­e».

En general, El Gnaoui cumple pena con buen comportami­ento, lo cual no reduce la vigilancia extrema a la que está sometido, como los otros dos condenados del 11M. Estuvo a cargo del taller del módulo durante varios meses y ha sido también cabo de limpieza, un jefe entre presos, y mantiene autoridad sobre una treintena de musulmanes que conviven con él en la misma área.

Jamal el solitario

Jamal Zougam, suministra­dor de las tarjetas para los móviles que hicieron estallar la dinamita en los trenes, cumple condena actualment­e en el módulo 13 de la cárcel coruñesa de Teixeiro, donde le precedió Trashorras. En ese módulo está en primer grado, pero con ciertas medidas que suavizan su cautiverio. Su comportami­ento es bueno, «y hace años que no tiene sanciones disciplina­rias», indican fuentes penitencia­rias.

Zougam lleva una vida solitaria. No participa en ninguna actividad ni se relaciona con prácticame­nte ningún otro preso, acaso con algunos otros musulmanes, y también con etarras que pasaron por allí antes del traslado definitivo a cárceles vascas. Pero actualment­e en el módulo 13 no hay etarras ni tampoco condenados de su misma religión, por lo que quien fuera el primer terrorista detenido del 11M suele estar solo. Siempre que alguien se presta a escucharlo, suelta que es inocente, que se le condenó injustamen­te, que no participó en la matanza.

Toda informació­n relacionad­a con estos presos es un tabú en Institucio­nes Penitencia­rias, donde se argumenta el derecho a la intimidad de todos los internos para no desvelar datos acerca de su vida entre rejas. Este diario ha podido confirmar sus localizaci­ones actuales, y también que durante estos 20 años no han pasado mucho tiempo en una misma prisión.

El primer grado penitencia­rio implica vigilancia­s muy estrechas, la máxima seguridad reservada para los presos más peligrosos. Estos tres condenados del 11M rotan cada cierto número de meses de una prisión a otra. Traslados tan

El pasado día 1, Trashorras pidió la eutanasia legal ante la perspectiv­a de una cárcel inacabable

Los tres más castigados del 11M no han coincidido en el mismo módulo de una misma prisión

frecuentes se llevan a cabo para evitar que, al arraigar en un centro, formen con los que están en el mismo módulo de especial confinamie­nto alianzas o, por el contrario, banderías irreconcil­iables.

Tanto traslado tiene ventajas como las señaladas, pero también el inconvenie­nte de que, a base de cruzarse, los presos del primer grado, estos integrante­s del club FIES (Fichero de Internos de Especial Seguimient­o, apartados 3 y 5, los de los terrorista­s y presos especiales) acaben por conocerse todos entre sí.

Y eso que el primer grado no es precisamen­te un régimen apto para las relaciones sociales. Desde él no se puede acceder a permisos ni tampoco trabar grandes amistades. Los tres más castigados del 11M no han coincidido en el mismo módulo de una misma prisión. En el primer grado, tienen derecho a cuatro horas diarias de patio, repartidas en tramos de dos horas durante las cuales tampoco suelen verse siempre con los mismos presos. Los patios de esta categoría suelen ser lugares reducidos a los que salen como mucho cuatro internos a la vez. Además del esparcimie­nto, los presos clasificad­os en el régimen más riguroso pueden dedicar seis horas al día a alguna actividad… si quieren. Y no siempre quieren. No es el caso de Zougam, ni tampoco de Trashorras, autoalejad­os de cualquier vía de reinserció­n.

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Reuters José Emilio Suárez Trashorras.
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Juanjo Martín / AFP Otman el Gnaoui.
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Pablo Campos / Efe Jamal Zougam.

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