Clamor contra el rearme machista
El 8M exhibe músculo y gran capacidad de movilización: entre 40.000 y 100.000 personas se manifiestan en el centro de Barcelona en favor de la igualdad y el fin de las violencias.
Un año más, el movimiento feminista volvió a mostrar músculo y gran capacidad de movilización al sacar a la calle a decenas de miles de personas que llenaron el paseo de Gràcia y la Ronda Sant Antoni de Barcelona en la manifestación unitaria del 8M. Según la organización, a la convocatoria acudieron 100.000 personas, 40.000 según la Guardia Urbana. «Este año tengo la sensación de que salimos en modo de resistencia a defender lo ganado y a seguir adelante con la lucha», explicaba Agnès, enfermera de 23 años. «No es para menos, tenemos enfrente a la ultraderecha, nuestros derechos retroceden en todo el mundo y debemos seguir defendiéndolos, no nos podemos relajar», afirma Cati, jubilada y veterana en estas protestas. «No quiero que tenga que haber otra Manada para que la gente salga a la calle, debemos mantenernos fuertes», justificaba Alba, treintañera.
En Barcelona, la marcha contó con una presencia muy diversa de personas y edades. El clamor, sin embargo, fue unánime contra el avance de Vox y la ultraderecha, la violencia contra las mujeres, la explotación laboral y la falta de corresponsabilidad en los trabajos de cuidados y las tareas del hogar. «No sé si vamos atrás o no, pero debemos seguir defendiendo el feminismo, no hay otra opción», aseguraba Teresa.
«No hay otra opción»
La misma opinión compartía Laura, una joven estudiante de Bellas Artes de 19 años. «Vengo desde que tengo uso de razón y no tengo otra opción que apoyar esta protesta en favor de nuestros derechos para que todo empiece a cambiar –lamentaba–. Ya no es que haya chicos de mi edad machistas, es que hay chicas que también lo han interiorizado». Por su parte, Agnès y Etna lamentaban no haber podido hacer huelga: como enfermeras, les tocó cubrir los servicios mínimos. «Hemos venido en cuanto hemos terminado el turno, porque siento que el feminismo se ha diluido después del superboom de la Manada, se ha perdido fuerza y no puede ser», insistía la sanitaria. «En el Clot hemos tenido cinco agresiones y yo estas últimas semanas tengo miedo de ir en metro a las seis de la mañana por los ataques que ha habido a mujeres recientemente», añadía Agnès.
La protesta empezó poco después de las seis de la tarde bajo lema Juntas contra la precariedad, las fronteras y los genocidios. «Para la asamblea organizadora es muy importante insistir que somos un movimiento de base, que queremos mostrar a las más invisibles del sistema discriminatorio y de explotación que ejerce el patriarcado, todas merecemos vidas justas y dignas», explicó Natalia Cámara, miembro de la organización. De hecho, la cabecera, integrada solo por mujeres, la formaban colectivos con discapacidad, migrantes, sectores laborales y asambleas de barrio. Una gran parte de ellas lucía pañuelos palestinos en apoyo a esa comunidad por el conflicto en Gaza.
Mujeres con discapacidad
«Las mujeres con discapacidad sufrimos una triple discriminación: en el trabajo, para estudiar... Somos invisibles», explicaba Carme Garrido, miembro del colectivo feminista anticapacitista. «Yo no pude estudiar hasta los 9 años, y me han relegado mucho en el trabajo», prosiguió la mujer desde su silla de ruedas, en la cabecera de la manifestación. Cecilia, también al frente de la marcha, llevaba una de las pancartas del sindicato Sindihogar, formado por trabajadoras domésticas. «Me ha costado mucho que mi señora me deje salir de la casa para poder estar aquí», contaba esta argentina que trabaja sin papeles como interna cuidando de una anciana y de su hijo con discapacidad intelectual.
«Creo que es importante que se visibilice la explotación que sufro», decía la mujer, obligada a vivir en su lugar de trabajo y, en ocasiones, sometida a caricias no consentidas por parte de sus empleadores. «Aguantas porque no hay
otra, si no... la calle», agregó Cecila. «Nuestro trabajo sostiene todo el sistema, y se nos sigue sin reconocer, nos explotan y nos precarizan, el feminismo va de que estas mujeres también tengan derechos», señalaba Norma Falconi, coordinadora de la asociación. La acompañaba Jamuna Devi, presidenta de la asociación de mujeres nepalís en Barcelona. Ozemnis Rivas, junto a sus hijas, también acudió a la marcha para los derechos migrantes desde el colectivo de las Kellys: «He vivido años muy duros hasta que logré la nacionalidad, y ahora como camarera de piso... siento que somos invisibles».
Solidaridad con Gaza
Antes de empezar la marcha, en Jardinets de Gràcia, la comisión de artistas de la comunidad palestina llevo a cabo una acción que se repitió en varias ciudades del mundo. Con telas manchadas de rojo recrearon cadáveres de niños muertos en Palestina. «En Gaza hay 9.000 mujeres a quienes les están privando los derechos humanos más básicos, que no tienen nada para dar de comer a sus hijos, 13.000 mujeres han perdido a sus hijos», denunciaba Nadia Jaber. «Se tiene que acabar esta barbarie, el mundo lo tiene que ver porque lo estamos normalizando», agregó Mirna Silajdzic.
Muchas mujeres también reclamaron la presencia de más hombres. «Es verdad, poco hombre blanco veo por aquí. Y si están es porque van con la novia... En mi Instagram no he visto ni uno compartiendo que estaba en la protesta», se quejaba Íñigo. «Yo creo que es importante que ellas estén delante, se las escuche, pero esta lucha también nos interpela, yo quiero la igualdad y los derechos garantizados, los hombres hemos de ser parte de este cambio», decía Aritz. «Para mí no hay duda de que haya que estar aquí: vengo para apoyar a mis amigas, a mi familia, a mi madre, a mi hermana», afirmaba Mino, estudiante francés de vacaciones en Barcelona.
Lo mismo opinaba Mateo, italiano. «Es una lucha común. Veo a diario la desigualdad que sufren ellas», sentenciaba. ■
«No sé si vamos
atrás o no, pero debemos seguir defendiendo el feminismo»