El Periódico - Castellano

Amnistía: tras el pacto final

La medida puede ser positiva en Catalunya, pero polarizará más la política española. Y la legislatur­a queda ahora en el aire y queda ahora pendiente de si hay Presupuest­os de 2024

- Joan Tapia

Serán los jueces los que tendrán que aplicar la ley. Y el problema es que la cúpula judicial se siente ofendida, porque la ven como un ataque a su actuación tras la DUI de 2017

El nuevo pacto para la ley de amnistía entre el PSOE, ERC y Junts ha marcado el fin de otra semana muy crispada, en la que el caso KoldoÁbalo­s ha sido la tortura del Gobierno. España está tan polarizada que quizás lo primero sea recordar que en política no hay absolutos. A mi juicio, cuatro puntos resumen la situación. Uno, la amnistía es positiva, pero por la forma en que se ha hecho generará mucha tensión. Dos, en contra de lo que afirma Sánchez, la legislatur­a no está «despejada», pero tampoco tan precaria como parecía hace ocho días. Tres, el caso Koldo-Ábalos tiene recorrido y es otra espada de Damocles sobre el Gobierno. Cuarto, a medio plazo, gobernar con media España, y contra la otra media, es imposible.

La amnistía era convenient­e para empezar a cerrar la grave crisis española provocada por la fracasada declaració­n unilateral de independen­cia de 2017 y los fallos anteriores y posteriore­s. Pero la amnistía es algo muy excepciona­l - no una ley orgánica más- y debía ser fruto de un gran consenso y no de la exigencia de los siete diputados de Puigdemont. O de los 14 que suman ERC y Junts. No ha sido así y por ello ha habido que «reescribir­la», por el miedo a que el poder judicial –que es quien debe aplicarla– la obstaculiz­ara pues hay jueces –incluido el Supremo– que creen hoy, cuatro años después de los hechos, que los que impulsaron las protestas contra la sentencia de 2019 son sospechoso­s de terrorismo.

Algo más que un cambalache

Pero el nuevo redactado, como dice ERC, es pura cosmética. El papel de la Comisión de Venecia ha ayudado, pero la amnistía la seguirán aplicando los jueces. Como debe ser en un Estado de derecho. Y surgirán problemas, porque el primer grupo parlamenta­rio –que controla el Senado– está en contra, y la cúpula judicial se siente ofendida, porque la ve como un ataque a su actuación tras la DUI de 2017.

Aunque la amnistía es algo más que un cambalache tras las elecciones de julio. La desinflama­ción, el diálogo y los indultos a los condenados en 2019 han hecho que el clima catalán cambie de forma radical. Hoy nadie, salvo la ANC, cada vez con menos poder de movilizaci­ón, aboga por la vía unilateral. El independen­tismo sabe, aunque no lo dice, que la independen­cia unilateral es imposible. Y que la no unilateral quizás sea cosa… del siglo XXII.

Otro problema es que aunque la amnistía puede ser un paso más en la normalizac­ión de Catalunya –tiendo a creerlo y tiene el apoyo de 115 de los 135 diputados del Parlament– divide mucho a España. En el Congreso solo será votada –salvo imprevisto– por 177 diputados contra 172. Claro, eso revela que el PP es más débil en Catalunya. ¿Por qué? Quizás porque no ha sabido, o no ha querido, entender Catalunya (país que, como todos, arrastra contradicc­iones) y que –el PP sabe– es España. ¿No ha sabido el PP conectar con el 16% de la población española? Alguna vez el propio Feijóo lo ha dado a entender.

La amnistía puede pues ser positiva en Catalunya, pero agravar la polarizaci­ón española. ¿Había que haberla hecho así? Segurament­e no, pero los parlamento­s –gusten más o menos los resultados electorale­s– son soberanos. Pero la ley de amnistía ni será un referente mundial (Bolaños dixit) ni consolida la legislatur­a. Sin Presupuest­os para 2024 la legislatur­a será corta. Y los Presupuest­os no serán fáciles, porque las demandas de los socios de la investidur­a pueden ser muy incompatib­les. Puigdemont quiere otro futuro. Es legítimo, pero no es un socio cómodo. Y Sumar –en horas bajas, porque se ha visto (Galicia) que Yolanda Díaz es más imagen que sustancia– exigirá medidas radicales (e irrealista­s) por su lucha con Podemos, que se juega el ser o no ser en las próximas elecciones europeas. ¿Podrán Sánchez y María Jesús Montero cuadrar lo que parece imposible para un país del euro?

Con Presupuest­os, la legislatur­a se puede alargar algo. Pero, ¿cuánto? Dependerá del subsuelo del caso Koldo y de las elecciones europeas. En todo caso, el desorbitan­te frentismo de la política española no es sostenible. Sí, se puede gobernar España con el apoyo de solo media España. Lo hace Scholz en Alemania. Pero no en guerra con la otra media. El CDU y el SPD no solo no se insultan, sino que han gobernado juntos. En los länder y en Berlín.

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Joan Tapia es presidente del Comité Editorial de EL PERIÓDICO

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