A buen ritmo en el deporte

Iris Pérez

BARCELONA

En el siglo XIX, una mujer de altura se subía al atrio de un prestigioso club literario de la época para afirmar que «no hay palanca más poderosa que una creencia para mover a las multitudes humanas» y aquella creencia era que las mujeres éramos menos inteligentes, menos ágiles y más conflictivas que el género al que nos comparaban. Entonces, la intelectualidad y sus círculos sociales estaban vetados a las damas, por pudiente que fuera su apellido. Así fue como el camino hacia la igualdad de condiciones sociales y laborales se abrió lentamente entre mujeres que no entendían la sumisión como parte de su naturaleza.

Fue en el terreno deportivo donde las fronteras eran más evidentes. La fortaleza física y ser de género masculino era la única condición para acceder a las pruebas deportivas. Ese era el legado de una cultura edificada en los principios griegos y romanos en los que la mujer no podía dedicarse a habilidades físicas que compitieran con la fuerza del hombre.

Durante siglos, el deporte ha sido una de las piedras más grandes del camino hacia la igualdad, pero desde hace unos años ya podemos disfrutar del espectáculo que nos ofrecen las chicas en cualquier disciplina; el público ya valora la pasión que transmiten compitiendo. No hemos llegado a la equidad en sueldos, condiciones y exposición mediática, pero nos acercamos con la convicción de que vamos en el rumbo correcto. A lo que dijo Emilia P. Bazán, yo añado: «Solo hay que cambiar las creencias y el deporte moverá a las masas».