Solo tres culpables en prisión
De los 21 condenados por los ataques terroristas de 2004, solo Zougam, Trashorras y El Gnaoui permanecen actualmente en la cárcel. El Estado no puede vigilar el grado de radicalización del resto, y ninguno de ellos se ha acogido a programas para desvincularse del odio que los llevó a matar.
De 21 condenados en el sumario instruido por la matanza del 11M, transcurridos 20 años, 18 están fuera de prisión sin que el Estado pueda oficialmente seguir su paradero, sus actividades o su grado actual de implicación en la ideología o los intereses que les llevaron a participar en el mayor atentado terrorista de la historia europea.
Abdelmajid Bouchar y Rachid Aglif cumplieron penas de 18 años, y Rafá Zouhier, Mohamed Bouharrat, Hasán el Hasqui, Sael el Harrak, Hamid Ahmidan y otros cinco integrantes del grupo principal de condenados, castigos de entre 10 y 14 años sin que ninguno haya podido ser sometido por la Justicia y las Fuerzas de Seguridad del Estado a libertad vigilada al salir de la cárcel.
El seguimiento especial poscumplimiento, con informes de periodicidad mínima de un año, se prevé ahora para cualquier condena de terrorismo o de violencia de género, pero la norma no es retroactiva: cuando estos pioneros del terrorismo yihadista oyeron el fallo de la Sección II de la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional aún no se había revisado la ley.
El 22 de junio de 2010 –seis años después de la matanza y con la mayoría de los condenados encerrados– entró en vigor una reforma del Código Penal que introdujo la libertad vigilada. Con la aplicación el código actual, el juez podría haber pedido el seguimiento de estos terroristas hasta 10 años después de su salida de prisión, pero no se pudo aplicar sobre sentencias ya emitidas.
«No hacemos seguimientos que no sean legales», confirma una fuente de la lucha antiterrorista, sin entrar en las operaciones en que sea necesaria alguna discreta observación. «No es frecuente que un yihadista condenado reincida», matiza otra de esas fuentes.
Sin pedir perdón
La libertad vigilada se introdujo en su día como «medida de seguridad» atendiendo a «la protección de la víctima» y «cuando la peligrosidad deriva del específico pronóstico del sujeto imputable».
No se pudo establecer oficialmente que esos coautores y colaboradores de la matanza se hayan desvinculado del odio que los llevó a matar. Ninguno de los condenados por el 11-M se ha acogido a programas de desradicalización como el que comenzó a ensayar la Secretaría General de Instituciones Penitenciarias en 2016. Sí que han seguido algunos de ellos actividades propias del tratamiento en las prisiones, pero ninguna por la que, al salir o antes de salir, mostraran signos de arrepentimiento.
De los tres que quedan en prisión, condenados a penas de más de 30.000 años, dos de ellos, Jamal Zougam y José Emilio Suárez Trahorras, no toman parte en más actividad que salir al patio cuando les toca. Otman el Gnaoui, el único que sostiene aún que no participó en los atentados, participa en la limpieza de su módulo en la prisión de León.
Hasta ahora, los yihadistas con delitos de sangre se han negado a colaborar en su reinserción, evitando que el resto del colectivo integrista los trate de traidores.
Los autores del 11-M fueron los primeros de un atentado yihadista en masa en España. Es a partir de su acción, y de capturas de otros yihadistas, que comienza una reflexión en el sistema penitenciario español sobre su reinserción. Pero la mayor parte de los hoy excarcelados no estaba entre rejas cuando comenzó a probarse el plan de desradicalización. No existía programa, salvo en la recta final de cuatro de las condenas. El tratamiento que recibieron consistió en conversaciones individuales e invitaciones a actividades que hasta entonces se practicaban con cada preso. ■
Como tratamiento tuvieron charlas individuales e invitaciones a actividades