Minoría autóctona en vías de extinción
Hace unos 15 años pensé que podía hacerse una caricatura de la ciudad con los cuatro aspectos que más interesaban a los turistas. Ahora se han convertido en los auténticos dueños del centro de Barcelona, tanto de la calle como de las viviendas, sean de alquiler o de compra. Asimismo, los precios de los restaurantes, por esta misma causa, se duplicaron y perdieron su identidad.
De los pisos vacíos se ha pasado a unos precios que expulsan a los vecinos de su ciudad por la feroz especulación en la vivienda. El centro es para jubilados extranjeros, nómadas digitales o estudiantes en Erasmus que, pese al nivel de precios alcanzado, pueden pagar lo que cada vez más nos está prohibido a los ciudadanos del país. En 10 años, se ha incrementado el número de emigrantes económicos, con todos los problemas de integración que esto conlleva. Antes, solo se oía hablar inglés y otros idiomas en la Rambla y en el centro histórico; ahora, cualquier barrio de la ciudad se ha convertido en una babilonia lingüística y cultural inimaginable para quienes venimos de otra realidad. No sé si esto es mejor o peor, pero en lo cultural empiezo a pensar que pertenezco a una minoría autóctona en vías de extinción.
En esta nueva realidad urbana, ha emergido la cultura gastronómica. Nunca los restaurantes habían destacado por encima de los teatros y cines. Lo único que quizás se ha salvado han sido los museos, pero más en su peor faceta de fast food cultural. ¿Hay alguna solución? Si la hay, no está solo en manos de los políticos locales sino también de los europeos, si se quiere tener más control de los parques temáticos.
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