El Periódico - Castellano

Mickey Mouse bajo el yugo nazi

El libro de un ilustrador judío asesinado en Auschwitz y las memorias de un republican­o llevadas al cómic por su nieto, el dibujante mallorquín Pau, reviven el horror de los campos de concentrac­ión de Francia.

- ANNA ABELLA

El ilustrador judío Horst Rosenthal huyó del nazismo en Alemania en 1933, con 17 años, pero fue detenido en la Francia de Vichy en 1940 y encerrado dos años en Gurs, uno de los campos de concentrac­ión en los que fueron internados muchos de los casi 500.000 españoles que entre enero y febrero de 1939 huyeron del avance franquista cruzando la frontera como perdedores de la Guerra Civil. Allí, Rosenthal armó tres pequeños cuadernos en formato A5 y dibujó sendas historieta­s en las que afrontaba con ironía la dura y precaria vida de hambre, falta de higiene y enfermedad­es en el campo. Uno lo tituló Mickey en el campo de Gurs, con el subtítulo Publicado

sin permiso de Walt Disney, y sí, estaba protagoniz­ado por Mickey Mouse, que como él mismo, es arrestado en plena calle por un gendarme francés del régimen colaboraci­onista. Sin embargo, su final fue muy distinto. Mientras el famoso ratón termina diciendo, con puro humor negro, «La verdad es que el aire de los Pirineos no me sentaba muy bien. Así que, como solo soy un dibujo animado, me borré de un plumazo», Rosenthal fue deportado y asesinado en Auschwitz.

Mejor suerte, pero no menos penurias, sufrió el joven republican­o Vicente Jiménez-Bravo, que antes de sobrevivir a un increíble periplo por la Europa en guerra y terminar como trabajador forzado en Mallorca en la España de Franco llegó exiliado a Saint Cyprien-Plage, otro de aquellos campos de concentrac­ión del sur de Francia. Allí, contaba en sus tres cuadernos de memorias, «había idealistas sanos y honrados, pero también cobardes, mediocres, lo peor del barrio chino de Barcelona, hampones, asesinos, ladrones, violadores...» y los gendarmes senegalese­s que los vigilaban llevaban «collares de orejas humanas» y tenían fama de violadores y de «castrar a muertos y heridos». Estilo ‘cartoon’

La historia de Jiménez-Bravo la ha empezado a desvelar su nieto Pau Rodríguez, Pau (Palma, 1972), en el primer volumen de la pentalogía

Las cinco banderas (Escápula Cómics), un documentad­ísimo cómic donde el bregado dibujante se mantiene fiel a su estilo cartoon y al uso de animales como personajes, influencia­do por Disney y por el man

gaka Osamu Tezuka, como ha hecho gala en La Saga de Atlas & Axis, publicada en 15 países, o Curtiss Hill.

Pau, explica desde Manacor, también bebel del historieti­sta francés Edmond-François Calvo, al que apodaron el Disney francés,

quien se adelantó más de cuatro décadas al

Maus de Art Spiegelman en narrar en cómic las sombras del nazismo utilizando animales como personajes. La editorial Reino de Cordelia, que rescata ahora las tres historieta­s de Rosenthal en Mickey en el

campo de Gurs, hizo lo propio hace un par de años con ¡La bestia ha

muerto!, donde Calvo reflejaba su experienci­a en la Segunda Guera Mundial y ajustaba cuentas con el Tercer Reich. En su relato, publicado en 1944, aún bajoo la ocupación alemana dee Francia, con guion de Victor Dancette y Jacques Zimmermann, los lobos eran los nazis; los conejos, los franceses; los osos, los rusos...

En el revolucion­ario Maus, de 1991, primer cómic en ganar un Pulitzer, Spiegelman contaba el drama de su padre, supervivie­nte de Auschwitz, dibujando a los judíos como ratones y a los nazis como gatos. «Intenté no hacer lo mismo que él. Su historia tiene un tono más trágico», cuenta Pau, con casi 30 años como humorista gráfico en Diario de Mallorca y que reencarna a su abuelo en un pequeño, animoso y alegre perro. «Prefiero la estética Disney y de Calvo, de dibujos animados, porque al ser personajes adorables, cuando les pasan tantas desgracias te identifica­s más con ellos. Y primé la óptica de laa aventura, de viaje iniciático, conn la que lo afrontó mi abuelo, y conn su mismo humor, que era una dee las claves de la superviven­cia. Less ayudaba a no hundirse».

Coincide con esa idea Jesúss Egido, editor de Reino de Corde-lia, que en el prólogo del libro de Rosenthal opina que este «trans-sporta el universo de Disney a unun

escenario kafkiano dominado por el absurdo y utiliza al ratón de Disney como símbolo de la inocencia enfrentada a una realidad hostil, que resulta por ello absurda y desproporc­ionada (...). La presencia de un dibujo animado, emblema de la fantasía, en un entorno maléfico proporcion­ó a su autor una fuga para escapar de la realidad, un canto al optimismo que le apartaba de pensamient­os y presagios más oscuros que acechaban a la población judía».

Mickey, que debe echar mano de una lupa para ver su minúscula ración de comida, solo está en una

historieta de Rosenthal; en las otras dos es el preso quien recorre el campo, como si fuera un confortabl­e hotel, dice irónicamen­te, donde hay «atractivas actividade­s de ocio» como pelar patatas o limpiar letrinas, y al que invita a veranear emulando la publicidad de un folleto turístico: «Si quiere perder peso, ¡vaya a Gurs! ¡su cocina es famosa!».

«Los republican­os que como mi abuelo llegaron a los campos franceses no esperaban que los trataran tan mal –afirma Pau–. Veían Francia como una república democrátic­a aliada y se encontraro­n con que les tenían miedo porque la mitad del medio millón que llegó eran militares y les considerab­an una amenaza. Pero trataron con igual desprecio a los niños y mujeres. Eran

rojos. Huían de la guerra y el hambre, como tantos refugiados hoy de los que solo pensamos que vienen para robarnos el trabajo».

Las cinco banderas, título que alude a las enseñas que marcaron su destino durante 10 años –republican­a, francesa, británica, nazi y franquista–, seguirá contando cómo el abuelo de Pau, que se alistó voluntario en la Guerra Civil con 17 años mintiendo sobre su edad, fue enviado a picar piedra a una cantera subterráne­a, cómo se escapó de la batalla de Dunkerque robando un tanque, cómo los alemanes lo detuvieron y obligaron a trabajar en otra mina y cómo acabó de vuelta en España sorteando la pena de muerte.

Una historia que su nieto ha corroborad­o en múltiples archivos durante años y que su abuelo nunca tuvo miedo de recordar en pleno franquismo. «Nunca se calló. Siempre nos hablaba de ello. Y si al morir nos dejó sus memorias fue porque no quería que se olvidara. En cambio, su cuñado, que había sido condenado a muerte tres veces, quedó tan marcado que siempre pensaba que lo vigilaban».

 ?? ?? A la izquierda, la portada de ‘Mickey en el campo de Gurs’, de Horst Rosenthal . A la derecha, una página interior del cómic.
A la izquierda la primera plana de ‘Las cinco banderas’, de Pau. A la derecha, una tira de viñetas de la misma historieta.
A la izquierda, la portada de ‘Mickey en el campo de Gurs’, de Horst Rosenthal . A la derecha, una página interior del cómic. A la izquierda la primera plana de ‘Las cinco banderas’, de Pau. A la derecha, una tira de viñetas de la misma historieta.
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