Don Quijote en Montjuïc
El fútbol es como uno de esos juegos que recomiendan los neurólogos para ejercitar el cerebro. Nos activa la memoria y con el tiempo olvidamos resultados para quedarnos con las sensaciones: los buenos goles, las grandes citas, los nombres que dejaron huella. Así, cuando pienso en Louis van Gaal como entrenador, me acuerdo de que fue él quien hizo debutar a Xavi en el primer equipo. Me acuerdo también de que con él el Barça ganó dos Ligas y no le gustaba que le mentaran a Johan Cruyff. Pero también me acuerdo de que aplicaba al fútbol un sentido común muy calvinista y a menudo no entendía la fuerza simbólica del Barça; quizá por eso su trato con la prensa siempre fue difícil y nos dejó aquel «¡tú eres muy malo!» dedicado a un periodista, entre otras lindezas.
Cuando pienso en Xavi Hernández como entrenador, me pregunto cómo se le recordará en unos años. Por ahora ya tenemos una gran noche de Champions: no solo por el buen juego, sino por la inyección de ánimo que dio a una afición renqueante. También intuyo que nos acordaremos -y muchode que él fue quien creyó en los jóvenes e hizo debutar a Fermín, Lamine Yamal o Cubarsí, entre otros, y además ellos se lo agradecieron con una lección de talento y madurez. Pero por lo visto últimamente, sería triste que también recordáramos a Xavi como ese entrenador quijotesco, que veía enemigos en la sala de prensa y tras una victoria de prestigio prefería airear su rencor y soltar reproches en lugar de disfrutar del éxito.
Si Van Gaal no entendía el valor simbólico del club, Xavi parece confiar casi exclusivamente en ese simbolismo, en la fe ciega en unos colores. Es como si su aura de leyenda del Barça fuera un escudo protector ante los malos resultados y el juego pobre de su equipo. Es como si no entendiera que los buenos periodistas no están al servicio del club ni de su proyecto. A falta de lo que suceda hasta el 30 de junio, cuando dejará el banquillo, Xavi aún puede rectificar esta actitud errática. Que entienda que si celebramos la precisión del pase y la seguridad defensiva de Cubarsí (sí, sí , sí), también reconocemos su valentía.