El Periódico - Castellano

El futuro ya está aquí

Sin el agua no hay nada: ni turismo, ni industria, ni cultivos, ni ganadería, ni esquí, ni centros de datos. Ni salud. Tampoco independen­cia, por si alguien tiene dudas

- ANDREU ESCRIVÀ Andreu Escrivà es ambientólo­go y doctor en Biodiversi­dad

Apenas había empezado a escribir este artículo cuando he leído la noticia: ¡elecciones en mayo! He estado tentado –no lo negaré– de modificar el borrador y cambiar el título; después, sin embargo, he entendido que no hacía falta. Las elecciones no anulan la urgencia de debatir sobre la sequía ni la actualidad diluye el imperativo de actuar. Más bien al contrario, representa­n una oportunida­d que no podemos malgastar.

¿Qué mejor ocasión que una cita electoral para confrontar seriamente las propuestas de cada partido sobre la sequía? Más allá de declaracio­nes de buenas intencione­s, eslóganes desafortun­ados y medidas reactivas, ¿cuál es el plan de los distintos candidatos y candidatas para hacer frente a la carencia de agua? Tienen semanas enteras para explicárno­slo. Y la verdad, pocas cosas parecen más importante­s a la hora de decidir quién gobernará Catalunya que saber cómo quiere abordar la sequía actual. Sin el agua no hay nada: ni turismo, ni industria, ni cultivos, ni ganadería, ni esquí, ni centros de datos. Ni salud. Ni futuro posible. Tampoco independen­cia, por si alguien tiene alguna duda.

Bajo el paraguas de la sequía, que es también el de la gestión del territorio y el de la crisis ambiental (particular­mente el cambio climático con la subida de temperatur­as y la alteración del ciclo de precipitac­iones), caben todas las Catalunyas, la de 2024 y la del año próximo, también la de 2030 y más allá. Caben todos los países que puede ser Catalunya, siempre y cuando no se seque, ya que un país sin agua es solo un páramo en la realidad y unas tristes líneas en el mapa.

Emergencia mucho más grave

Es el momento de afrontar todas las esperanzas y muy especialme­nte las desazones más oscuras, porque en el horizonte sobrevuela la posibilida­d de una emergencia mucho más grave que la actual. El escenario es el propio de una distopía: millones de personas con el suministro de agua de boca comprometi­do, decenas de miles de hectáreas productiva­s sin poder cultivarse, extensione­s enormes de ecosistema­s únicos y valiosísim­os en la cuerda floja (y nosotros con el ay en el corazón por los incendios).

Hay algunas soluciones técnicas, pero todas no llegarán a tiempo. Hay que dirigir la estructura, no los escapes, y esto requiere valentía política, más todavía en un momento en el que ciertos sectores, como el agrícola o el turístico, claman contra cualquier tipo de control o normativa ambiental. Habrá que repetir (¡una vez más!) que solo focalizand­o en la oferta y sin abordar la demanda no lograremos ningún progreso relevante. Que la economía circular, tantas veces usada únicamente para el ecoposture­o empresaria­l o institucio­nal, tiene que ser capaz de ir más lejos del que lo ha hecho hasta ahora. Y que habrá que hacer un ejercicio de priorizaci­ón, democrátic­o y transparen­te sobre los usos del agua que consideram­os imprescind­ibles y los que no.

El futuro está aquí. Las elecciones de mayo son el escenario perfecto para hacer patente que la angustia por la sequía afecta, dirige y condiciona las propuestas electorale­s. Hablamos de no poder cultivar o beber del grifo, no de un abstracto problema ambiental que afecta a un territorio a miles de kilómetros. Es ahora o nunca.

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David Aparicio Una imagen del embalse de Darnius-Boadella a finales de enero.
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