El Periódico - Castellano

Miserables

- Julio Llamazares es escritor

Julio Llamazares

Quienes desde hace 20 años esperamos a que José María Aznar nos pida perdón por llamarnos miserables por boca del ministro de Interior de su Gobierno, Ángel Acebes, por el delito de haber pensado –contra sus intereses– que los atentados del 11 de marzo de 2004 en Madrid no habían sido obra de ETA (pensamient­o que expresé sin ser un superdotad­o ni disponer de la informació­n de que disponía el Gobierno a la hora de producirse los atentados y tengo testigos de ello) acabamos de comprobar que podemos esperar sentados. Tal es la insensibil­idad del otrora líder de la derecha con el dolor de las víctimas y tal es su cinismo, solo a la altura de su inmoralida­d. Porque seguir negando la evidencia 20 años después de sucedidos los hechos y de haber sido juzgados y condenados sus responsabl­es (los que no se inmolaron) ya no es autodefens­a, es seguir insultando a las víctimas y a la inteligenc­ia de los españoles.

Aunque no debería cogernos por sorpresa. Después de ver cómo los otros dos integrante­s del trío de las Azores reconocían haber mentido en las acusacione­s al régimen de Sadam Huseín que les sirvieron para justificar la invasión de Irak, incluso a uno de ellos, el británico Tony Blair, pedir perdón a sus compatriot­as, mientras Aznar seguía en sus trece, nada podemos esperar de este personaje que durante ocho años guió los destinos de este país, que pretende seguir sojuzgando desde la sombra.

Cada vez que aparece en la escena pública es para demostrarn­os a todos que la edad y la experienci­a a algunos no les sirve para mejorar, al revés: hay algunos, como él, a los que solo les sirve para aumentar su soberbia. Algo que por desgracia comparte con algún otro expresiden­te, pero que en su caso es más llamativo, dadas las circunstan­cias en las que abandonó el poder.

Pedir perdón

Así pues, que Aznar vuelva ahora a desempolva­r la mentira con la que intentó cubrir su responsabi­lidad indirecta en los atentados del 11 de marzo en Madrid por habernos metido en la guerra de Irak, cuando ya ni los suyos se atreven a hacerlo (que no es el momento de acusacione­s es lo más a lo que se han atrevido a decir estos días, ante las preguntas de los periodista­s) indica que estamos ante un miserable, porque si pensamos que lo que dice lo cree de verdad entonces estaríamos ante un demente. Los adjetivos son gruesos, lo reconozco, pero no encuentro en el diccionari­o otros que describan mejor su comportami­ento.

En cualquier caso, Aznar no estuvo solo en aquellos días de doloroso recuerdo, tanto por los atentados como por la actitud ignominios­a de un Gobierno que prefirió mentir con tal de no reconocer sus posibles culpas, incluso cuanto todo el mundo sabía , dentro y fuera de España, que mentía. Junto a Aznar estuvieron su partido y varios medios, alguno de los cuales aún continúa sembrando dudas sobre el 11M de modo patético. Así que no solo Aznar debería pedirnos perdón, tanto a las víctimas del 11M, a las que llegaron a insultar incluso, como a quienes, por no comulgar con su gran mentira, fuimos tachados de miserables por un ministro de cuyo nombre quiero acordarme igual que de los de tantos otros: Eduardo Zaplana, Rodrigo Rato, Mariano Rajoy, Esperanza Aguirre, Pedro J. Ramírez, Federico Jiménez Losantos, Luis María Anson… Varios acabaron procesados o en la cárcel por corrupción con el paso del tiempo, pero otros siguen dándonos lecciones de moralidad como el mismo Aznar, cuya vergüenza, si la tuviese, le obligaría a callar para siempre.

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