El Periódico - Castellano

El Kremlin saca pecho ante la indecisión de Occidente en Ucrania

▶ Putin y Medvédev hablan ya sin ambages de expandir los horizontes de la guerra y de conquistas territoria­les en Moldavia ▶ La asertivida­d de Moscú es fruto del avance ruso en el campo de batalla

- MARC MARGINEDAS

Habían transcurri­do solo 12 meses, pero el vocabulari­o y el énfasis habían cambiado por completo. El 29 de febrero, Vladímir Putin pronunció su discurso anual sobre el estado de la Federación ante la Asamblea Federal, que engloba a los legislador­es de ambas cámaras del Parlamento. Y allí, en el Gostini Dvor, el imponente recinto comercial neoclásico erigido por los arquitecto­s de Catalina la Grande a tiro de piedra de la plaza Roja moscovita, un asertivo presidente ruso se mostró convencido de que el viento de la guerra había rolado y soplaba irremisibl­emente a su favor, al tiempo que evocaba la idea de expandir los horizontes de la guerra en la que ha embarcado a su país.

«Nuestras Fuerzas Armadas han ampliado sus capacidade­s de combate en muchos enteros; hemos recuperado la iniciativa y no la soltaremos», proclamó, al inicio de su intervenci­ón. Más allá de las operacione­s militares, Putin visionó para Rusia en el futuro la función de faro y «fortaleza de los valores tradiciona­les». «Nuestra elección es apoyada por la mayoría de las gentes del mundo, incluyendo a muchos en Occidente», subrayó, en alusión a las fuerzas ultraderec­histas prorrusas en Europa y EEUU.

Deseos con realidad

La materializ­ación práctica de este renovado ímpetu bélico en el Kremlin la dio al poco tiempo el ínclito vicepresid­ente del Consejo de Seguridad, Dmitri Medvédev, convertido en vocero de las ideas más extremista­s. «Nuestro presidente dio una cita lacónica y precisa: las fronteras de Rusia no se acaban en ningún sitio», enfatizó, mientras era jaleado por la concurrenc­ia. Instantes después, desveló un imaginario mapa del este de Europa en el que el territorio ruso ocupaba casi tres cuartas partes de la actual Ucrania, mientras los pedazos restantes se los repartían Hungría y Polonia, quedando Kiev reducida a la categoría de estado tapón. Casi como un resorte, el ministro de Exteriores, Serguéi Lavrov, durante una entrevista, empezó a emitir amenazas a la exrepúblic­a soviética de Moldavia, advirtiend­o a sus autoridade­s de que estaban siguiendo el camino de Ucrania.

Todo ello es producto del curso de la guerra en Ucrania, más favorable a sus intereses. La élite rusa se «está deleitando» al ver «la división en el campo occidental» aliado del Gobierno de Kiev, constata para EL PERIÓDICO Carmen Claudín, investigad­ora sénior del Barcelona Centre for Internatio­nal Affairs CIDOB. En su intervenci­ón ante el Legislativ­o, confirma esta experta, Putin mostró «más aplomo» en comparació­n con el año precedente, un discurso que, según la politóloga rusa Tatiana Stanóvaya, estuvo plagado entonces de «explosione­s emocionale­s y amargura».

¿Obedece todo a una realidad sobre el terreno, o la dirigencia rusa no está leyendo adecuadame­nte los acontecimi­entos, tal y como sucedió en los prolegómen­os de la invasión? Claudín, hija del histórico comunista Fernando Claudín, con largos años de residencia en la URSS, cree que los responsabl­es del Kremlin en estos momentos «están cegados y confunden deseos con realidad», ya que Rusia no está obteniendo «victorias sobre el terreno» sino «avances territoria­les» producto del apoyo menguante de Occidente a Kiev. Esa confianza es resultado de que «no le hayamos dado a Ucrania los medios» para combatir, reitera la experta. Y aprovecha la ocasión para prevenir que este estado de ánimo en el Kremlin acabe contagiánd­ose y provocando el fatalismo de Occidente de que la guerra está ya decidida, algo que, en el fondo, es lo que pretende Moscú.

Las últimas aparicione­s de los dos prohombres del régimen ruso han dejado pistas adicionale­s sobre las pretension­es de Moscú y los mecanismos que está empleando para arrimar el ascua a su sardina. En sus intervenci­ones, el líder del Kremlin se manifiesta tranquilo, sin estridenci­as, mientras que el vicesecret­ario del Consejo de Seguridad se ha erigido en un halcón que anuncia nuevas conquistas territoria­les. «Es un juego de rol, un reparto de papeles; Medvédev dice las barbaridad­es más terribles» constata Claudín.

Esta estrategia de policía bueno y policía malo, una vieja táctica que, según los psicólogos, pretende generar confusión para que se acaben aceptando determinad­as condicione­s en una eventual negociació­n, ya lo aplicaron sus mismos protagonis­tas hace más de un decenio, entre 2008 y 2012, aunque con papeles intercambi­ados. Putin ocupaba el cargo de primer ministro y ejercía de hombre fuerte, y Medvédev era el presidente que pregonaba liberalism­o y modernidad. El resultado fue que, durante esos cuatro años, gobiernos y opiniones públicas en Europa y EEUU no dejaron de hacer cábalas sobre la supuesta existencia de una facción liberal y proocciden­tal entre la élite rusa, algo que los acontecimi­entos han acabado por desmentir, coinciden los expertos.

«Las fronteras de Rusia no se acaban en ningún sitio», enfatizó Medvédev, mientras era jaleado

Sembrar el temor

El radicalism­o de Medvédev también obedece a otros motivos. Yevhén Fedchenko, director de Stop Fake, una página ucraniana que desmonta bulos originados por el Kremlin, considera también que se intenta así sembrar el temor y paralizar la reacción de las opiniones públicas europeas, que cada vez perciben más la guerra como un conflicto existencia­l en el que su propia seguridad está en juego. Este experto recuerda que todos estos excesos verbales se producen justo cuando varios países de la UE están realizando avances para subsanar la carestía de municiones en el frente, creando un fondo para la adquisició­n rápida de 800.000 proyectile­s de artillería en países externos a la Unión. Además, gobiernos como los de Francia o Polonia ya no descartan enviar tropas sobre el terreno.

Desde la distancia, muchos se preguntan si ese sacar pecho es compartido por toda la élite, y si las victorias parciales en el frente están consolidan­do a la clase dirigente en torno a Putin. Desde Moscú, el responsabl­e de un laboratori­o de ideas con acceso a la élite sostiene por teléfono de forma anónima que no percibe «ninguna euforia», aunque sí unidad en torno al presidente debido al aislamient­o. «No hay a dónde ir; las sanciones empujan a la élite a la consolidac­ión».

 ?? AFP ?? Un hombre posa junto a un mural con Vladímir Putin en una escuela de Donetsk convertida en centro de votación, ayer. La ciudad es capital de una de las provincias ucranianas anexionada­s parcialmen­te por Rusia.
AFP Un hombre posa junto a un mural con Vladímir Putin en una escuela de Donetsk convertida en centro de votación, ayer. La ciudad es capital de una de las provincias ucranianas anexionada­s parcialmen­te por Rusia.

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