Maria Jaume, bailar llorando por Mallorca
La cantante mallorquina deja atrás su etapa de cantautora intimista y apuesta por los sonidos urbanos y latinos en su tercer álbum, ‘Nostàlgia airlines’, con ecos de la isla enterrada por el turismo y colaboraciones de Renaldo & Clara, Pau Debon (Antònia Font), Julieta y Mar Grimalt.
Se dio a conocer como dulce cantautora propensa a la melancolía ( Fins a maig no revisc, 2020), potenció luego su perfil más pop ( Voltes i voltes, 2022) y ahora brinda un giro hacia la electrónica y las nuevas urbanidades que tal vez coja por sorpresa a sus seguidores. Maria Jaume no es de las que se acomodan en un sonido. «El miedo a generar un rechazo es una cosa que te pasa por la cabeza, pero no puedes regirte por eso porque te volverías loca», cavila la cantante y compositora mallorquina a propósito de su nuevo álbum, Nostàlgia airlines.
En realidad, el movimiento no es tan brusco: es cierto que el disco desliza tramas de beats y estructuras asociadas al moderno pop urbano, pero en este nuevo cancionero siguen flotando sensaciones de tristeza y añoranza. «Eso siempre ha ido conmigo», asiente. Ya desde su título, el disco nos advierte de un sentimiento, la nostalgia, que emana de «las cosas no vividas», la Mallorca de los años 50 y 60 –«que me contaban mis abuelos y que me emociona»–, pero también de realidades muy presentes, como la desubicación derivada de vivir entre la isla tomada por el turismo y una Barcelona «en la que apenas puedes alquilar una habitación».
Ahí están canciones como Cala Rajada 1964, que dispensa una «postal preciosista de lo que fue y lo que podría haber sido» ese enclave mallorquín hoy intensamente construido, y Hoteles, sol y playa, pieza en la que se cuela la voz de Pau Debon (Antònia Font) y que incluye un sample de un sonriente viejo éxito de Bonet de San Pedro, Bajo el cielo de Palma. «Nos hacía gracia juntar esa canción sobre lo guapa que era Mallorca entonces y el desastre de ahora», indica Maria Jaume, que habla en plural porque incluye Lluís Cabot (hasta hace muy poco miembro del grupo Da Souza, ya disuelto), productor y coautor de todas las canciones.
Si bien en otros tiempos ella sacaba sus canciones a base de ir «jugando con la guitarra», esta vez el procedimiento ha sido muy distinto y tiene que ver con ese diálogo con Cabot a partir de beats
y ruedas de acordes dispuestas en loops. Esquema que deja atrás la ecuación tradicional de estrofas, puente y estribillo. «Era un reto, porque eso de coger dos acordes e irlos repitiendo en un loop parecía que era demasiado fácil y que no estaba bien, pero ya no lo veo así», medita. «Que una canción se aguante con dos acordes, que tenga dinámicas y que ahí pasen cosas igual es más complicado que la composición con muchos cambios armónicos».
Yendo un poco más lejos todavía, Maria Jaume se ha acercado al reguetón en temas como Super mala pinta (con Renaldo & Clara) o el muy sensual Ella sempre crema.
¿Una línea roja? «No sé por qué debería alarmar. Atacar el reguetón por cutre o machista es fácil y siempre se hace desde un lugar de privilegio. Presentada en sociedad tras ganar, en 2019, el concurso Sona 9, se verá ahora en una posición más exigente si cabe en los conciertos (el 22 de marzo en el Auditori de Girona, el 10 de abril en Apolo), dejando a un lado la guitarra –«un escudo»– y enfrentándose al público con otra actitud, micro en mano. «Es un reto, pero sé que puedo hacerlo. Siempre me ha gustado hacer shows ».
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La artista se dio a conocer como dulce cantautora, pasó por el pop y ahora gira hacia la electrónica