Los ‘royals’ también lloran
Kate Middleton ni está ni se la espera y las teorías sobre sus problemas de salud son cada vez más disparatadas. La hermeticidad absoluta que han adoptado los Windsor está dilapidando su imagen.
Hermetismo y secretismo son el leitmotiv de la estrategia de comunicación de la familia real británica en el Kategate. El silencio sepulcral sobre el estado de salud de la princesa de Gales, sumado a la polémica (y chapucera) manipulación digital de la foto con sus hijos, está agotando la paciencia de la prensa británica y provocando un alud de críticas, a nivel mundial, que está haciendo mella en la credibilidad de la institución monárquica.
Kate Middleton ni está ni se la espera y las teorías sobre sus problemas de salud son cada vez más disparatadas. La hermeticidad absoluta que han adoptado los Windsor está dilapidando su imagen y aumentando la desconfianza de sus súbditos.
Los tabloides británicos se sienten estafados y no dejan de presionar con la publicación de rumores y conjeturas sobre el porqué de su desaparición pública. La última especulación habla de las presuntas infidelidades del príncipe Guillermo y cómo estas podrían haber provocado problemas de salud mental a Kate.
Depresión, ansiedad, trastornos de la conducta alimentaria planean ya sobre la misteriosa convalecencia de la nuera del rey Carlos. Es imposible no acordarse estos días de la carismática Lady Di. El acoso mediático y la infidelidad de Carlos con Camila la abocaron a sufrir episodios de bulimia y anorexia y hasta a intentar suicidarse varias veces.
Ser un glamuroso miembro de la aristocracia no garantiza la felicidad. Las vidas perfectas que nos muestran en las revistas del corazón distan mucho de su auténtica realidad. Eso de que el dinero no da la felicidad, ya saben. Príncipes con depresión, princesas con ansiedad, herederos estresados… La presión de vivir bajo una lupa permanente y severa, con una educación estricta y apenas libertad, hace que nuestros royals sufran problemas de salud física y mental.
Catalina Amalia
La última princesa en confesar que necesita ayuda psicológica para sobrellevar lo que le viene encima es la heredera holandesa, Catalina Amalia. La futura reina de los Países Bajos confesó en su biografía autorizada, publicada en 2021, que para ella es un «desahogo» acudir a terapia regularmente. Pero existen muchos otros casos en las monarquías europeas. Enrique y Meghan hablaron en su entrevista con la presentadora Oprah Winfrey de cómo habían necesitado ayuda profesional para gestionar su salud mental a causa de la presión mediática. Victoria de Suecia confesó en televisión lo que era un secreto a voces: cuando era adolescente, padeció un trastorno de la conducta alimentaria por el que tuvo que recibir tratamiento. También su hermana Magdalena atravesó una fuerte depresión causada por una ruptura sentimental y tuvo que apartarse de la vida pública.
La rebelde Mette-Marit de Noruega, ahora ausente de la agenda oficial porque padece una fibrosis pulmonar, aseguró hace unos años que la presión le pudo en muchos momentos de sus inicios como princesa y confesó haber sufrido varias depresiones. El caso de Charlene de Mónaco es uno de los más enigmáticos. La esposa del príncipe Alberto se apartó de la vida pública durante 15 meses a causa de una presunta infección de oído. La que fue la novia más triste de la historia de todas las bodas reales habidas y por haber nunca ha hablado abiertamente de sus problemas de salud mental, pero, aunque sin pruebas, nadie tiene dudas.
La que también ha desaparecido por completo es Masako de Japón. La emperatriz consorte sufre, desde hace 20 años, una profunda depresión por no haber tenido un hijo varón y por las duras exigencias del rígido protocolo de la casa real nipona. Y el caso más terrible, el del exesposo de la princesa Marta Luisa de Noruega. El escritor Ari Behn acabó suicidándose durante las Navidades de 2019 porque no fue capaz de superar una terrible depresión que llevaba arrastrando desde su juventud. Los royals también lloran. Palabra de Mamarazzi.