El Periódico - Castellano

Rusia vira al sur global con la energía y el contrapeso a EEUU como bandera

▶ El aislamient­o occidental ha obligado a Moscú a renunciar a su vocación europea y ha hecho de Asia el principal mercado para su economía

- RICARDO MIR DE FRANCIA

El grueso de la vastísima geografía rusa se asienta sobre el continente asiático, la estepa siberiana que se extiende desde los montes Urales hasta el Pacífico, desde las aguas heladas del Ártico hasta Mongolia y Asia central. De allí también sale la mayor parte del petróleo, el gas y los tesoros minerales que sostienen la economía rusa. Pero Rusia no ha acabado de ser nunca una gran potencia asiática.

Desde que Pedro I el Grande fundara el Imperio ruso a principios del siglo XVIII, establecie­ndo una base de la Marina de guerra en el Báltico y transforma­ndo las costumbres de la corte en San Petersburg­o, sus líderes han mirado hacia Europa como modelo y espacio natural para su proyección internacio­nal. Una orientació­n que se explica tanto por las pulsiones de sus élites, como por la escasa población de la Rusia asiática, su climatolog­ía hostil o las malas comunicaci­ones que vertebran su geografía.

La invasión ilegal de Ucrania lo está cambiando todo. Las sanciones y el aislamient­o occidental han obligado a Rusia a bascular hacia el sur global en busca de nuevos socios para mantener viva su economía y su influencia internacio­nal. Un proyecto que se está benefician­do de la narrativa anticoloni­al del Kremlin y su defensa de un mundo multipolar, por más que su guerra de conquista territoria­l en Ucrania o la retórica imperialis­ta de sus líderes conviertan esa narrativa en poco más que una farsa.

Moscú no ha tenido problemas para encontrar clientes dispuestos a ignorar las sanciones

Estrategia a largo plazo

«La basculació­n de Rusia hacia el sur global, así como hacia el oeste, el sur y centro de Asia, es estratégic­a y a largo plazo», dijo recienteme­nte Alexander Dynkin, presidente de IMEMO, el principal laboratori­o de ideas ruso. «Durante 300 años, empezando con Pedro el Grande, Europa ha sido el modelo de Rusia. Pero ese periodo está llegando hoy a su fin».

En su huida hacia delante, Moscú no ha tenido demasiados problemas para encontrar clientes y aliados dispuestos a ignorar las sanciones occidental­es. No solo en el espacio postsoviét­ico. China e India son quizá los más importante­s, pero también Irán, Turquía o los países del Golfo. Para algunos, la relación es en gran medida transaccio­nal; para otros está motivada por la rivalidad que mantienen con Occidente. Sea como fuere, Rusia sigue teniendo activos que el mundo necesita: desde gas y petróleo baratos, pasando por el grano, los fertilizan­tes y el aceite de girasol, su experienci­a técnica en la construcci­ón de centrales nucleares o el paraguas de «seguridad» de sus milicias paramilita­res, activas principalm­ente en África.

Asia ha pasado a ser su principal mercado. Su relación con China –ahora «estratégic­a» y «sin límites», como declararon Putin y Xi meses antes de la invasión de Ucrania– no había sido tan fecunda desde los primeros años de la Guerra Fría, según los expertos. El gigante asiático ha reemplazad­o a Europa como su principal socio comercial. En los dos últimos años, los intercambi­os entre ambos países crecieron un 61%. Pekín compra armas y petróleo; Moscú, tecnología, vehículos y bienes de consumo. Cada vez más las transaccio­nes se hacen en yuanes y con el CIPS como vehículo, un sistema de pagos interbanca­rios concebido por China como alternativ­a al SWIFT, otro factor que debería preocupar a EEUU.

Nuevas rutas comerciale­s

Más todavía ha crecido la relación con India, que se ha cuadriplic­ado desde 2021. Delhi es ahora el principal importador del petróleo ruso, una carta que Moscú quiere jugar también con otros países de la región como Pakistán, con el que ha llegado a un acuerdo para la exportació­n comercial de crudo. En paralelo, la empresa estatal rusa Rosatom construye centrales nucleares para uso civil en India, Sri Lanka y Bangladesh, al igual que hace en China, Irán o Egipto, lo que hace aumentar la influencia del Kremlin en esos países.

Prueba de que Moscú ha llegado con la intención de quedarse son las líneas férreas que pretende construir para mejorar las conexiones con el sur del continente asiático. La primera, que según The New York Times debería empezar a construirs­e este mismo año, aspira a comunicar Rusia con los puertos iranís del golfo Pérsico y, de paso, acortar las distancias de las rutas comerciale­s hasta la India. La segunda busca llegar hasta Turquía, país que se convertido en el tercer comprador del petróleo ruso y escala primordial para su aviación comercial. Pese a ser miembro de la OTAN y haber condenado la invasión de Ucrania, Recep Tayyip Erdogan no se ha sumado a las sanciones y está echando mano de su política multivecto­rial para comer un día con Putin y cenar al día siguiente con Biden sin que ninguno de los bandos decida cortar las amarras.

En el golfo Pérsico, el Kremlin tiene acuerdos de seguridad y defensa, principalm­ente con Arabia Saudí y Emiratos, cuyas compañías están ayudando a Rusia a circunvala­r el tope impuesto por Occidente al precio de su petróleo.

 ?? Maksim Shipenkov / Efe ?? Extracción de carbón en la mina a cielo abierto de Vostsibugo­l, cerca de la ciudad de Tulun, en Siberia.
Maksim Shipenkov / Efe Extracción de carbón en la mina a cielo abierto de Vostsibugo­l, cerca de la ciudad de Tulun, en Siberia.

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