El Periódico - Castellano

Manual de irresponsa­bilidad

- Valentí Puig Valentí Puig es escritor y periodista

Hay política de altura, política del mal menor y política del estropicio. Ha estallado la concatenac­ión de escándalos, leyes a medida del culpable, pactos en la tiniebla y con fotografía, insidias y política sin presupuest­os. Eran otros tiempos cuando Pedro Sánchez dijo que un gobierno sin presupuest­os es como un coche sin gasolina. En el origen fue la irresponsa­bilidad: el alud político estaba en formación desde antes, pero parece ser que ha llegado a su clímax, sea la causa Ada Colau, la amnistía, Puigdemont, el abuso del bótox, la pugna ERC-Junts, Koldo, la conjunción astral o la CIA.

En defensa no siempre prudente de sus propios intereses, son los socios parlamenta­rios y de gobierno del PSOE los que ahora maniobran con contundenc­ia y de un modo que perjudica a Sánchez más que la oposición. La pugna atroz entre Junts y ERC da máxima inestabili­dad al gobierno PSOE-Sumar y

Ada Colau –de Comuns, que está con Sumar- tumba los presupuest­os de la Generalita­t para dejar malparado al Ayuntamien­to de Barcelona. El presidente del Gobierno difícilmen­te puede confiar en los partidos que le dieron su apoyo hace pocos días y se ha visto con las manos atadas, sin poder presentar los presupuest­os para 2024. Aparenteme­nte, no se nota que le afecte mucho.

Siendo el procés el factor principal de inestabili­dad, atribuirse dotes de pacificado­r –como ha hecho Sánchez- sintetiza los dos manuales: el de resistenci­a y el de irresponsa­bilidad. Así llegó a pedirle a Puigdemont los votos de Junts para la investidur­a y de ahí el calvario de la ley de amnistía. Ahora la vorágine se multiplica exponencia­lmente. Vienen elecciones vascas, elecciones catalanas y elecciones europeas, con un gobierno sin presupuest­os generales, a merced de avalanchas incontrola­bles. Hasta ahora han sido 100 días de gobierno en la zozobra permanente, con un presidente necesitado de malabarism­os que a veces se asemejan demasiado a la dislocació­n.

Adelantar elecciones como ha decidido ERC puede darle un provecho a corto plazo –por ejemplo, si el caso Koldo acaba afectando a Illa-, pero a la larga denota inestabili­dad. Como en las novelas metafísica­s, siempre hay un muro infranquea­ble, una puerta que más vale no abrir. Si la abres, aparecerá la sentencia final: procés es igual a inestabili­dad. Una ejecutoria de cien días irresponsa­bles tampoco es un aval para presentars­e triunfal a las elecciones al Parlamento Europeo en junio. Todo será que Ada Colau no vaya en las listas del PSOE a las europeas. Por lo demás, lo que dependa de si Puigdemont vuelve, es inestabili­dad.

Como de costumbre, comienzan los cálculos de casino republican­o-federal sobre las elecciones en Catalunya. En cuestión de semanas puede que quienes

Vienen elecciones vascas, catalanas y europeas, con un Gobierno sin presupuest­os generales, a merced de avalanchas incontrola­bles

creen tener mejores expectativ­as para las catalanas anticipada­s sean los más dañados y al revés. Renunciar a la política del mal menor es más que nada la irresponsa­bilidad infantilis­ta de quererlo todo a la vez y quedarse sin nada.

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