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El nuevo bar Pinotxo conquista Sant Antoni sin apenas turistas

El negocio revive con el traslado a la nueva lonja gracias al tirón de su público más fiel y a nuevos comensales del Eixample que ahora lo ven más accesible que en la era de la Boqueria.

- PATRICIA CASTÁN

Si uno solo fija la vista en el plato –esos míticos garbanzos con morcilla, por ejemplo–, parece que nada haya cambiado. Pero sí. El bar Pinotxo pronto cumplirá cinco meses de (nueva) vida en el mercado de Sant Antoni y ni los comensales son de los cinco continente­s, ni las palomas sobrevuela­n sus migajas, ni se respira el ritmo acelerado de la marabunta que tomaba la Boqueria.

Superado el rodaje y la expectació­n del traslado, la familia Asín se ha aclimatado ya a su nueva rutina en un recinto que «es de verdad un mercado tradiciona­l» y que los recibió con los brazos abiertos. «Estamos felices y muchas cosas han mejorado», resume a El Periódico Jordi Asín. Está satisfecho doblemente, porque la Oficina de Patentes y Marcas por ahora les da la razón sobre la marca Pinotxo.

Levantaron su nueva persiana el 23 de octubre con el miedo escénico del debutante, pero con la confianza en toda una vida tras la barra del Pinotxo original de la Boqueria. Jordi, su mujer María José, su hijo Dídac y dos personas más de su equipo se mudaron a Sant Antoni tras unos meses negros. Su tio Juanito Bayén, mítico personaje del mercado de la Rambla, decidió poco antes de morir venderse el bar familiar de forma unilateral y sin tener en cuenta la sociedad que había firmado con su sobrino. El caso está en los tribunales.

Traspaso y rediseño

Mientras un nuevo operador se hizo con la cotizada barra, que ya nada tiene que ver con la que fue, Asín decidió empezar de nuevo a poca distancia. Consiguió un traspaso y rediseñó un bar del mercado de Sant Antoni, donde ahora tiene cuatro mesas altas (como antaño) y una barra incluso con un par de plazas más.

El espacio de trabajo también es más cómodo. Y aunque su parada siempre está animada, la vorágine culinaria y de servicio ya no es tan estresante. O sea, sigue siendo un buen negocio pero «con más cali

Tripa, caracoles, ostras, fritura de pescado; pero también clásicos como el ‘capipota’

dad de vida», confiesa el hostelero. Empezando por ir a pie al trabajo, servir los primeros cafés a las 7.45 horas y despedir la jornada a las 16.30 horas, de martes a sábados. Han renunciado a abrir los lunes y apurar las tardes. Toca vivir.

Platos imperecede­ros

Y dar de comer. Porque además del nombre por el que sigue batallando –de momento con pleno derecho–, ha importado a Sant Antoni su recetario del Pinotxo de siempre. Una carta manuscrita ilustra de que allí siguen preparando a diario platos como tripa, butifarra, costillas de conejo, caracoles, croquetas, pincho de solomillo de ciervo, ostras, navajas, revuelto de gambas, fritura de pescado… Y opciones del día como trinxat, alcachofas al horno, múrgulas con crema –receta propia–, langosta o bacalao con garbanzos.

Pero en la nueva aventura han incorporad­o recuerdos como el canapé con aguacate coronado por anchoas que ya despachaba­n hace décadas, o nuevas versiones como las colitas de rape escabechad­as, para relamerse, que preparan Xavi Robleda y él, a los hiperactiv­os fogones. Como antaño, no necesitan apenas despensa, porque se abastecen de su propio mercado y de algunos proveedore­s infalibes del antiguo zoco.

Lo que no ha cambiado ha sido su podio de hits. Su capipota sigue siendo el plato estrella (tras semanas en las que agotaban sus mayores cazuelas), seguido por los chipirones con mongetes y los garbanzos con morcilla, relata. Y es que su público se nutre sobre todo de fieles que los han seguido tras meses de mono gastronómi­co, y también de nuevos clientes del barrio que lo ven más accesible que la época de la saturada Boqueria.

¿Han desapareci­do los guiris? Son muchos menos. «Llegan los que nos buscan», cuenta. Antes a estos fans se sumaban los que sin más se adentraban en aquel mercado y se rendían a su barra llena. El nuevo Pinotxo aún no sale en las guías de la ciudad, aunque algunos intérprete­s ya orienten a pequeños grupos hasta el nuevo templo de la cocina de mercado. Así que es posible que en cuanto lleguen el verano y el gran desembarco foráneo, la multicultu­ralidad se aboque a su barra.

Agarrados a las albóndigas

Cabe confiar en que esta vez se mezclarán con mucho comensal local, enganchado a sus albóndigas y poco dispuesto a soltarse de la barra. Una mezcla de gentes más fluida, en tanto que Sant Antoni no sucumbió a la gentrifica­ción tras su reforma y es «un mercado de verdad», insiste Jordi, mientras abre unas ostras y ordena a los clientes hambriento­s que van llegando al local. Porque en el Pinotxo del Eixample tampoco se reserva, sino que prevalece el orden de llegada. Eso sí, están dispuestos a guardar un plato de callos a quien lo pide y no se resigna a quedarse sin.

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Jordi Otix Buen ambiente en el bar Pinotxo del mercado de Sant Antoni, el pasado jueves a mediodía.

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