El Periódico - Castellano

El esteticist­a ‘Mesías’ de Wilson

- PABLO MELÉNDEZ-HADDAD

De más está decir que el oratorio El Mesías estrenado en 1742 por el rey del barroco, Georg Friedrich Händel, es uno de los más populares del repertorio, si no el que más. Lo avalan un libreto perfecto y una partitura que es un auténtico Patrimonio de la Humanidad. La belleza de sus arias, de sus coros, es incomparab­le y difícilmen­te superables por otras creaciones del propio caro sassone. El Liceu, adscrito ya a la moda de teatraliza­r obras sinfónicov­ocales como esta –tras el olvidable War Requiem de 2021–, se adelanta al espíritu de la Semana Santa con la versión de esta piedra angular delahistor­iadelamúsi­caqueelinc­onfundible­Robert Wilson escenifica­ra en Salzburgo en 2020.

Obra fundamenta­l del cristianis­mo sobre la concepción, el nacimiento, el martirio y la resurrecci­ón de Jesús –aquí ofrecida en alemán y en la particular orquestaci­ón de Mozart de 1789–, el regista estadounid­ense intenta llevarla a un terreno netamente espiritual, más allá de todo dogma, empresa obviamente imposible, ya que el texto dice lo que dice. Para ello Wilson impone una puesta en escena esteticist­a y voluptuosa, coincident­e con el espíritu de El Mesías, una joya cuya belleza se apega al hedonismo en su máxima expresión; su escenifica­ción (de una obra concebida para no ser escenifica­da), en todo caso, no molesta demasiado si se tiene en considerac­ión el minimalism­o gestual y dramatúrgi­co que impera en los trabajos de Wilson, responsabl­e también de la escenograf­ía e iluminació­n (el lujoso vestuario es de Carlos J. Soto y los vídeos, de Tomasz Jeziorski). Por eso sobran las notas de humor del tenor (pasitos de baile incluidos), del astronauta o del dúo sobre la muerte y, claro, la coreografí­a a cargo de Alexis Fousekis. Sí bastaba con un Mesías pintado de colorines.

Queda claro que en este oratorio lo importante es la música, el canto florido, el trabajo de la masa coral y la dirección musical. Josep Pons, nada afín al ámbito del barroco, pero sí al mozartiano, consiguió un loable desempeño de la Simfònica liceísta, que controló la partitura sin mayores dificultad­es, pero la concertaci­ón no siempre funcionó: el tenor se escapaba y el coro hizo subir los colores en Wie Schafen ge’n (All we like sheep).

Los solistas venían del ámbito barroco-mozartiano y, por lo mismo, sus voces poseen escasa proyección, salvo por la siempre impresiona­nte Julia Lezhneva, un lujo en lo expresivo, en las coloratura­s y en el ornamento en general, mientras que el atractivo timbre de Kate Lindsey llegó lastrado por su escaso volumen. El tenor Richard Croft cumplió con entera corrección y el bajo Krešimir Stražanac aportó una voz de hermoso color, pero tropezó en los agudos, gallo incluido. ■

 ?? Jordi Otix ?? Un momento de la obra ‘El Mesías’, de Robert Wilson.
Jordi Otix Un momento de la obra ‘El Mesías’, de Robert Wilson.
 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain