Aquelarre del espíritu y la materia en el Sant Jordi
Caleco ceñido, jugosa voz del ultramundo y los giros de peonza (brazos en cruz) más estilosos del show business, dominando a las masas sin despeinarse: Dave Gahan es la estrella sexual y mística a través de la cual Depeche Mode se lo lleva todo por delante. Con su figura manejando a las masas con trazo fino, el que un día fue un grupo, ahora un dúo (más dos refuerzos), regresó anoche al Sant Jordi en una buena forma que hay que consignar, sin confiar solo en el viejo catálogo, montado en la estela favorable de su último álbum,
Memento mori.
Invocar el camino hacia la última morada es un ejercicio corriente para hacerse el profundo, pero tratándose de Depeche Mode, habiendo perdido a su querido Andy Fletcher dos años atrás, convengamos que sus vistas a los abismos no son impostadas. La tiniebla envolvió el arranque del
show con dos temas nuevos, el desolador, y muy electrónico, My cosmos is mine (que habla de impotencias y retiros interiores) y un número de melodía estilizada,
Wagging tongue (donde flota otra figura malograda, Mark Lanegan). Asfaltaron el camino para la primera razzia de clásicos a costa de Walking in my shoes, It’s no good y Policy of truth.
Esa partida de ajedrez
Pero, aunque Memento mori transpire duelo, prima la urgencia de exprimir la vida, un mensaje que el directo multiplica. Y que Gahan personificó anoche, danzando y buscando el rugido del público en piezas como
Everything counts, más dura que en el 83. Ecos synth-pop enriquecido por los graves, sepultando la inocencia, y abundante rock electrónico adulto. Y su mejor single en lustros, Ghosts again (con sus imágenes de la partida de ajedrez bergmaniana y sus vistas a aquello que pueda venir después de la caja de pino).
Sonaron hasta cinco temas ausentes en el concierto del año pasado en el Primavera Sound (más breve), caso de la secuencia de Strangelove y Somebody, el indispensable momento tierno crooner- baladista de Martin L. Gore.
Behind the wheel, arrolladora, vino con dedicatoria final al añorado Fletcher. Escalofríos con Black celebration, que llevaba diez años sin sonar en Barcelona.
¿Qué artista con trayectoria se permite hoy salir de gira sin citar sus viejos hits? Ser leyenda implica dar al gran público lo que espera. Así se llenan los estadios y las arenas, y es difícil cuestionar a Depeche Mode su entrega a la hora de revivir I feel you con ánimo de ceremonia y bacanal de la carne, y de elevar a himno Enjoy the silence. Tras la cuña apaciguadora de Condemnation (Gahan y Gore cruzando sus voces en armonía),
Just can’t get enough, Never let me down again y Personal Jesus sellaron la sesión con vigor, invitando a sospechar que el augurio del último umbral ha hecho de Depeche Mode un grupo (o dúo) desesperadamente vivo.
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