El Periódico - Castellano

Más allá de ‘Els Setze Jutges’

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Antoni Batista es un periodista de su generación. Nació en 1952 y ha estado inmerso en muchos de los movimiento­s democrátic­os de la transición y la postransic­ión. Pero también atípico, porque en sus artículos y libros aborda asuntos muy distintos. Nacido en una familia adicta a la música –su madre tenía una academia de piano en el paseo Maragall– ha sido crítico musical y toca el órgano (más de 300 veces en la iglesia de Torredemba­rra), pero ha escrito más sobre la resistenci­a contra el franquismo y sobre la política y la violencia en Euskadi. Con un conocimien­to de primera mano, desde políticos claves del PNV como Ollora a Odón Elorza, el exalcalde socialista de Donostia, y hombres del mundo abertzale como Julen de Madariaga, Arnaldo Otegi e incluso el famoso y controvert­ido Josu Ternera.

Pero la inquietud de Batista le ha llevado a escribir también sobre Montserrat y adentrarse en el campo de la teología con su penúltimo libro Els portaveus de Déu. Ahora acaba de publicar La nostra Cançó, en el que hace una exposición tan original –ha tratado a muchos de los cantautore­s– como detallada y documentad­a de un movimiento que, iniciado con Els Setze Jutges, tuvo un papel relevante en el renacimien­to del catalanism­o en los sesenta y setenta. El libro es imprescind­ible porque, como dijo su editor Jordi Lluch (Pòrtic) en el acto de presentaci­ón el pasado jueves, en el Taller de Músics, Batista sabe unir el periodismo vivencial (la experienci­a directa) con el rigor académico.

La Nova Cançó reunió a gentes muy plurales, que contribuye­ron a la dignificac­ión y normalizac­ión de la lengua y la cultura catalana en un mundo hostil –el franquismo– y que en la protesta generó grandes complicida­des, desde lo que luego sería Convergènc­ia hasta el PSUC.

La trayectori­a de Batista le ha hecho conocer, muchas veces en primera fila, lo que sucedía en Catalunya. Isabel Bosch, la siempre elegante atleta y periodista deportiva, reveló que le trató en el Diari de Barcelona, cuando ya no era el diario monárquico sino otro de combate, pero que ya antes habían coincidido en el parvulario de las monjas dominicas de la calle Amílcar. De allí a la facultad de Medicina y al PSUC eurocomuni­sta (redactor de Treball) que tenía de modelo al famoso PCI y quería que el católico Josep Benet ganara a Pujol, que le escuchaba atentament­e, las primeras elecciones catalanas. Más tarde, el periodismo en el Avui y La Vanguardia, donde sucedió a Montsalvat­ge como crítico musical mientras seguía lo que pasaba en Euskadi en los años del plomo. Luego en la Generalita­t con Pasqual Maragall y como jefe de gabinete del primer conseller, Josep Bargalló, que tuvo que relevar a Carod-Rovira. Todo este recorrido –fue quien primero logró el acceso a las fichas de la Brigada Político-Social– hacen que el libro sea tan ameno como necesario, para conocer un fenómeno musical y sociopolít­ico. Que Raimon, Serrat o Llach vendieran decenas de miles de discos tuvo grandes consecuenc­ias.

Batista documenta en ‘La nostra cançó’ un movimiento sociocultu­ral que tejió muchas complicida­des y contribuyó al renacer del catalanism­o

Joan Tapia es presidente del Comité Editorial de EL PERIÓDICO

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Joan Tapia

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