El Periódico - Castellano

Duelo de odios

- Ernest Folch P Ernest Folch es editor y periodista

La política catalana es este extraño teatro donde nada es lo que parece y mucho menos lo que se dice. Es cuanto menos curioso que, cinco minutos después de pactar la amnistía con el PSOE, Pere Aragonès le diga al PSC que es su «adversario electoral» y Jordi Turull sentencie que «Illa no será presidente con los votos de Junts». Ya sabemos que el independen­tismo se muestra bipolar para tratar de parecer lo que no es y ser lo que no parece, pero no deja de sorprender que por la mañana uno exhiba el pacto con Sánchez y el otro se reúna con Santos Cerdán, y por la tarde los dos declaren que el PSOE es su enemigo. Todo este teatrillo esquizofré­nico solo tiene una finalidad, aunque sea a costa de su crediblida­d: intentar aislar el PSC, favorito en todas las encuestas y por lo tanto, el rival a batir. La virulencia de Esquerra contra los socialista­s un segundo después de convocar las elecciones, aunque sea fingida, dificulta cualquier pacto de gobierno entre ellos posterior al 12-M. Y si este acuerdo es difícil, imagínense cómo puede llegar a ser una negociació­n entre Puigdemont y Junqueras, inmersos en una guerra fratricida desde 2017, a la que han arrastrado sus correspond­ientes ejércitos.

Porque aunque Junts y Esquerra hayan empezado jurando odio eterno al PSC, el auténtico y genuino resentimie­nto, el más irreconcil­iable de todos, es entre ellos. Dos partidos que protagoniz­an una tragicomed­ia desde hace años no solo porque quieren ser hegemónico­s exactament­e en el mismo espacio, sino porque

Esquerra ha cometido un doble error infantil intentando sin éxito pillar a Puigdemont en fuera de juego y convirtién­dole en la gran estrella de la campaña

sueñan con aniquilars­e al mismo tiempo que se necesitan imperiosam­ente para acceder al poder. El rencor proviene en realidad de su dependenci­a mutua, y es tan salvaje que Aragonès ha terminado de golpe la legislatur­a que varias veces prometió acabar solamente para intentar pillar en fuera de juego a Puigdemont, y evitar así que se pudiera presentar. La jugada de Esquerra ha sido una auténtica calamidad estratégic­a, puesto que ha conseguido el efecto exactament­e contrario al pretendido y ha convertido a Puigdemont, sin quererlo, en la gran estrella mediática de la campaña electoral. De hecho, y gracias a la ayuda inestimabl­e de su rival electoral, Junts podría, como Apple en sus mejores tiempos, ahorrarse hasta el último euro del coste en publicidad y vivir solamente de la repercusió­n gratuita en prensa, radio y televisión que le ha regalado su querido y odiado enemigo íntimo. Doble y terrible error infantil de Esquerra: primero no pilla a Puigdemont y luego lo entroniza. Eso sí, dado que Junts también lo planifica todo en función de su rival, es más que probable que esta competenci­a obsesiva, como ya le ha pasado infinidad de veces, le haga cometer errores igual de graves. Ya lo ven, entre los odios medio fingidos hacia el PSC para captar votos y los odios medio ocultos entre ellos para no perderlos, viene un duelo titánico de odios, a ver quien detesta más y de manera más electorali­sta. El ‘procés’, efectivame­nte, ya terminó, pero no la comedia que lo sustentaba .

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