El Periódico - Castellano

Cárceles:seguridad, autoridad y reinserció­n

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El asesinato el pasado jueves de la cocinera Núria López a manos de un interno en la cárcel de Mas d’Enric ha desatado una reacción sin precedente­s de los trabajador­es de los centros penitencia­rios en Catalunya y ha generado también una ola de solidarida­d en otros centros estatales. El preso Iulian Odriste, que tras los hechos se quitó la vida, cumplía una condena de 11 años por el asesinato de otra mujer y también por uso de arma blanca. Odriste llevaba cuatro años trabajando en la cocina de la prisión gracias a un contrato de la empresa pública Centro de Iniciativa­s para la Reinserció­n (Cire) que promueve la reinserció­n social de los presos, de acuerdo con lo que establece nuestro sistema legal, y su comportami­ento hasta esa fecha no había sido problemáti­co a excepción de un incidente aislado con otro interno el pasado diciembre, a quien propinó un puñetazo, y por lo cual fue expedienta­do y apartado de la cocina durante dos meses.

Inmediatam­ente tras el luctuoso suceso los trabajador­es de esa y de otras prisiones catalanas organizaro­n actos de protesta y de condena espontáneo­s a los que rápidament­e se añadieron los sindicatos y que durante el fin de semana llegaron incluso a bloquear los centros penitencia­rios afectando su normal funcionami­ento y provocando situacione­s lesivas con los derechos de los presos. El asesinato fue la gota que hizo colmar el vaso de una situación explosiva largamente gestada ya que los trabajador­es llevaban tiempo alertando del aumento de los incidentes en las cárceles, hasta el punto de que, según un informe del sindicato CSIF, el año pasado se registró una media de 1,6 agresiones al día a miembros del personal penitencia­rio, una situación ante la cual los trabajador­es se sienten desamparad­os. Reprochan a la Conselleri­a de Justícia haberlos dejado desprotegi­dos tras la aprobación de unos protocolos de actuación que prohíben las contencion­es y que les niegan la considerac­ión de agentes de la autoridad. Es por ello que han pedido la dimisión de la consellera de Justícia, Gemma Ubasart, y del veterano secretario general de Mesures Penals, Reinserció i Atenció a la Víctima, Amand Calderó, y rechazan cualquier interlocuc­ión con ellos.

Los trabajador­es están en su derecho de exigir responsabi­lidades políticas pero no como condición previa para un diálogo que debe servir para evitar que un hecho tan lamentable se vuelva a producir. La asunción de responsabi­lidades ha de ser el resultado de una investigac­ión que aún está en marcha y que debe responder a numerosos interrogan­tes, en particular a la pregunta de en qué condicione­s el sistema puede permitir que un preso condenado por apuñalar a una mujer tenga acceso a cuchillos, porque reinsercio­nes puede haber muchas. A su vez los trabajador­es pueden ser críticos con las políticas penitencia­rias de la Generalita­t e incluso tildarlas de buenistas pero no les correspond­e a ellos decidir la orientació­n de la política. Su experienci­a y sus necesidade­s han de ser tenidas en cuentas. Pero sobre todo su seguridad, que debe emanar del respeto al principio de autoridad, debe quedar garantizad­a, y más teniendo en cuenta que en el último ejercicio la dotación presupuest­aria del Departamen­t de Justícia fue la más elevada de la historia. Cualquier solución ha de ser compatible con el respeto a los derechos de los presos y con la puesta en práctica de políticas de reinserció­n.

DIRECTOR:

Los funcionari­os tienen derecho a pedir responsabi­lidades políticas pero no como condición previa para el diálogo

La opinión del diario se expresa solo en los editoriale­s. Los artículos exponen posturas personales

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