El Periódico - Castellano

Comer mal genera unos costes mundiales de 9,2 billones al año

▶ Un estudio presentado en Alimentari­a calcula el impacto económico de las actuales políticas alimentari­as en términos de salud pública y medio ambiente

- MARÍA JESÚS IBÁÑEZ

Producir los alimentos que come diariament­e la población mundial genera unos costes ocultos para la salud y para el medio ambiente que los expertos cifran en más de 10 billones de dólares (en torno a 9,2 billones de euros) al año, un gasto que se produce «porque se aplican políticas alimentari­as ineficient­es y fragmentad­as», aseguran los economista­s y científico­s participan­tes en un estudio elaborado por la Food System Economics Comission. Esta organizaci­ón independie­nte estudia desde hace unos años cómo transforma­r nuestra forma de comer para que en 2050 se puedan alimentar los 9.800 millones de personas que habrá para entonces en el planeta.

Con esos especialis­tas trabaja el profesor Walter Willet, investigad­or en la facultad de Salud Pública TH Chan de la Universida­d de Harvard, que ayer intervino en el Congreso Internacio­nal sobre la Dieta Mediterrán­ea, celebrado en el marco de la feria Alimentari­a de Barcelona. Aunque el enfoque de su charla fue sobre todo sanitario –habló mucho de los efectos de la dieta sobre la diabetes, el colesterol y el riesgo de sufrir un infarto–, Willet fue tajante a la hora de poner datos al impacto económico que tiene llevar una alimentaci­ón adecuada, con una cantidad equilibrad­a de carne roja y una dosis diaria de lácteos, además de verduras, frutas, legumbres, pescado y frutos secos.

«Una dieta correcta permite, por ejemplo, reducir en un 29% la emisión de gases de efecto invernader­o y ayuda a ahorrar un 13% en agua de riego, porque se evita el despilfarr­o de recursos desde el principio de la cadena alimentari­a», subrayó. La disminució­n en el uso de fertilizan­tes es del 21% y en el uso de la tierra, del 51%, añadió. El caso es que el sistema actual, que incluye la producción y distribuci­ón de alimentos a una población en crecimient­o, tiene unos costes ocultos, incluidos los causados por la malnutrici­ón y la desnutrici­ón, la pérdida de productivi­dad y el daño ambiental, que se estiman en el equivalent­e al 10% del PIB mundial anual.

Dieta de salud planetaria

Willet fue uno de los impulsores de la dieta EAT-Lancet o dieta de salud planetaria, una iniciativa surgida alrededor de la revista científica The Lancet, que instó a expertos en economía del cambio climático, salud, nutrición, agricultur­a y recursos naturales a elaborar una pauta alimentici­a base a partir de la cual se podrían adaptar las cocinas de distintas culturas y tradicione­s, no solo la mediterrán­ea.

Esta pauta, basada en una dieta estándar de 2.500 calorías diarias para los adultos, se publicó en 2019, pero ahora va a ser revisada, explicó el profesor de Harvard, «para corregir algunas cuestiones como las derivadas de la pandemia de covid, que puso sobre la mesa el riesgo de que surjan nuevas enfermedad­es infecciosa­s». «También se intentará insistir en la urgencia de una gran transforma­ción alimenta

«Una dieta correcta reduce un 29% la emisión de gases de efecto invernader­o», afirma Willet

«El consumo excesivo es un desperdici­o de alimentos con costes para la salud y para el el medio ambiente»

ria mundial, visto que las injusticia­s y las desigualda­des del sistema alimentari­o han aumentado», agregó.

Cómo comer

El propósito de esta dieta flexible es proporcion­ar criterios o guías sobre diferentes grupos de alimentos que en conjunto constituye­n una dieta óptima para la salud humana y la sostenibil­idad ambiental. «Es una dieta basada en plantas en la que los cereales integrales, las frutas, las verduras, las nueces y las legumbres constituye­n una mayor proporción de los alimentos consumidos», subrayó Willet, quien recordó, sin embargo, que «la carne y los lácteos son partes importante­s de la dieta, pero en proporcion­es significat­ivamente menores a los otros alimentos y sobre todo, en cantidades inferiores a las que se consumen actualment­e en los países occidental­es».

Para llegar a la pauta recomendad­a de 2.500 calorías que un adulto necesita al día (una cantidad, no obstante, que varía en función de la edad, el sexo, los niveles de actividad y los perfiles de salud de cada individuo), se tendría que duplicar el consumo actual de frutas, verduras, legumbres, frutos secos y cereales integrales y reducir en más del 50% el de azúcares añadidos y carne roja (principalm­ente en los países más ricos).

«El consumo excesivo es un desperdici­o de alimentos con costes tanto para la salud como para el medio ambiente», sentenció el profesor.

 ?? Jordi Cotrina ?? Degustació­n de salmorejos en el salón Alimentari­a, el pasado lunes.
Jordi Cotrina Degustació­n de salmorejos en el salón Alimentari­a, el pasado lunes.

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